No solo los pájaros pueden volar a alturas de vértigo. Según diferentes estudios, los insectos también poseen una capacidad asombrosa de elevarse en el aire.
Se sabe que el buitre leonado de Rupells, un ave autóctona de África central, pude mover sus alas por encima de los 11.000 metros, una altitud superior a la del monte Everest, la montaña más alta de la Tierra (8.848 metros). En estas latitudes los insectos se enfrentan a los mismos desafíos que los pájaros: bajas temperaturas, escaso nivel de oxígeno y baja densidad del aire. Según indica el investigador del Departamento de Zoología y Fisiología de la Universidad de Wyoming, Michael Dillon, estas condiciones son fundamentales para determinar su capacidad de vuelo.
La mayoría de los insectos pueden volar si la temperatura es igual o superior a los 10 grados centígrados. Tal y como concluyó un estudio elaborado por especialistas de la Universidad de Indiana (EEUU), si en el suelo es de unos 15 grados, la mosca doméstica, la más común de su especie, puede alcanzar los 500 metros, casi como la altura completa de las extintas Torres Gemelas de Nueva York. Sin embargo, en días calurosos, de unos 30 grados, puede alcanzar los 1.800 metros, la misma altura a la que voló el pasado mes de febrero el «hombre avión» francés, Vince Reffet, en Dubai. Cuando la temperatura en las alturas es muy fría y la densidad del aire es escasa, simplemente pliega sus alas y desciende en busca de temperaturas más acordes. Por otro lado, la mosca doméstica tiene un radio de vuelo de unos 8 kilómetros.
Otros estudios indican que se han registrado casos de insectos como la langosta volando a 4.500 metros, y plecópteras, efemerópteros y tricópteros a unos 5.000 metros de altura.
