Abuelos relatan su vínculo con sus nietos: «Me han alegrado la vida. Estar con ellas es estar feliz»

Redacción

Amigos, algunas veces educadores, siempre compañeros de juegos, consentidores, confidentes, que brindan todo su cariño y sabiduría a sus nietos. Así se consideran muchos mayores que, como cada año, celebran este 26 de julio su día más especial, el de los Abuelos.

Maribel Cáceres, de 64 años, celebra este jueves esta festividad. Tiene dos hijas y dos nietas, y su madre, de 94 años, aún vive. Esta madrileña de ascendencia segoviana es, por tanto, hija, madre y abuela, y reconoce que desconocía la existencia de esta efeméride hasta la llamada de Europa Press.

Aunque se convirtió en abuela en enero de 2022, aún en plena pandemia del coronavirus, Maribel celebra este Día de los Abuelos por primera vez. «Me han alegrado la vida. Estar con ellas es estar feliz», afirma esta madrileña sobre lo que ha supuesto para ella convertirse en abuela de sus dos nietas, Inés, de 2 años y medio, e Irene, de 16 meses.

«Igual que he querido ser madre, siempre he querido ser abuela», confiesa a Europa Press, en una conversación en la que reconoce que «no lo había pensado mucho y no se había imaginado que ser abuela» fuera lo que está viviendo.

Para Maribel, lo mejor de esta nueva experiencia es «verlas crecer, cómo hacen cosas nuevas, cómo hablan». En el lado opuesto, la abuela también encuentra algo negativo: «Que te agotan física y psicológicamente porque tienes que estar pendiente. Tienes que estar detrás de ellas todo el rato».

En este sentido, ve un hándicap el hecho de convertirse en abuelos a edades más avanzadas, aunque «no en el sentido del sentimiento y el amor que tienes hacia los nietos». «No es lo mismo ser abuela con 50 ó 50 y pocos como lo fue mi madre, que con casi 70 ó 60 y tantos», sostiene Maribel, quien cree que en la actualidad, en algunos casos, adoptan un rol de criadores que antes no existía por «los salarios bajos, los horarios complicados y la dificultad para conciliar».

Isabel Tomé es la madre de Maribel y desde hace unos años vive en una residencia para mayores, pues su deterioro cognitivo primero y físico después, hizo que la familia no pudiera cuidar de ella. En su caso, Isabel tiene cuatro nietas y un nieto, a los que en los últimos años se han sumado siete biznietos.

«Siempre estaba dispuesta a estar con sus nietos. Los ha querido mucho», asegura su hija Maribel. «El primer año de mi hija mayor, yo llamaba a mi madre porque la niña estaba con fiebre y cerraba su tienda para venir inmediatamente a ayudarme y quedarse con ella. Sin ningún reproche. Sin ninguna pega. ¡Y encima dándoles caprichos!», bromea Maribel, al tiempo que señala que hoy, si su madre pudiera, «estaría encantada de ver crecer a sus nietas, pero muy feliz».

LA NOSTALGIA Y TERNURA DE LOS NIETOS

Por su parte, Isabel Olmos, de 34 años, –la tercera generación– recuerda con nostalgia y ternura a sus abuelos. A los dos paternos, que vivían en una pequeña aldea de la provincia de Segovia, los perdió siendo joven; y su abuela materna reside en un centro para mayores, a donde intenta acudir siempre que puede.

Respecto a su abuela materna, la nieta rememora cómo «cuidaba» de ella y de su hermana mayor todos los sábados que su madre trabajaba. «De niñas, la veíamos mucho. Íbamos a su casa y nos quedábamos a dormir», indica Isabel, quien añade que cuando su abuela comenzó a hacerse mayor era ella la que iba «los domingos a comer a casa». «Nos daba y nos dejaba hacer de todo», reconoce la hija de Maribel.

Muchos fines de semana y parte de cada verano, Isabel y su hermana los pasaban junto a sus abuelos paternos, Sofía y Mariano, en el pueblo. En este caso, la nieta dice que aunque en algunos aspectos era «más rígidos» que la abuela materna, también los califica de «más juerguistas», «volcados en el juego» con ellas. «Siempre buscaban entretenernos. Íbamos a misa con la abuela y el abuelo nos llevaba a desayunar churros cuando tenía que ir a la compra a otro pueblo cercano», detalla.

«Pero lo que más recuerdo son las partidas de cartas y de parchís. Jugábamos a la Brisca o al Tute. A mi abuela Sofía le encantaba y nos enseñó rápido», asegura entre risas Isabel, al tiempo que subraya que a su abuela tampoco le gustaba «perder» y formar pareja con ella «a veces era complicado cuando no llevabas la carta que quería».

Sobre qué ha supuesto para ella la figura de sus abuelos, Isabel lo tiene claro: «Mis abuelos han significado mi infancia entera. Me han aportado mucho amor, todo su tiempo». Así, la nieta pone de relieve que los padres, al final, «tienen que poner límites a los hijos» y, en cambio, «los abuelos, como no les tienen todos los días en casa, los quieren exprimir al máximo».

Además, Isabel reconoce que les «ha disfrutado mucho» cuando se ha ido haciendo mayor, sobre todo, a su abuelo Mariano. «Cuando éramos más iguales y podíamos hablar de nuestras cosas, cuando era menos autoritario, y más compañero y amigo», afirma la nieta, que en muchas ocasiones se encargaba del aseo y las curas, cuando la vejez y la enfermedad se hicieron presentes. «Mi hermana le ponía el chatillo de vino. Le encantaba», asegura.

«LES HECHO MUCHÍSIMO DE MENOS»

«Les hecho muchísimo de menos. Siento mucha nostalgia del tiempo que pasamos con ellos. Me hubiese gustado que viesen como somos ahora, en qué nos hemos convertido», dice emocionada entre lágrimas, con la voz entrecortada.

El círculo lo cierra la pequeña Inés, de 2 años y medio de edad. «Me gustan las croquetas de la abuela y la sopita», confiesa a Europa Press al ser preguntada sobre qué le gusta de su abuela Maribel. «Le chiflan», añade su madre, Isabel, con una amplia sonrisa. «¡Síííí!», responde Inés entusiasmada cuando su madre le pregunta si quiere ir a ver a la abuela Maribel y que lo que le gusta de ir a verla es: «que vamos al parque».

Aunque no es su caso, Isabel considera que los abuelos en la actualidad, en demasiadas ocasiones, adoptan el «papel de crianza que los padres no pueden asumir por las dificultades a la hora de conciliar vida familiar y laboral».

«Los abuelos de mi hija desempeñan otro rol: un papel de apoyo, pero sobre todo disfrute. Para ella, ir a verlos es un cambio de rutina, es motivo de alegría. Jugar, comer rico… Creo que le hace feliz poder disfrutar de sus abuelos», sostiene con prudencia, al apuntar que es su «sensación».

En España, el Día de los Abuelos comenzó a celebrarse desde al año 1998, cuando la ONG Mensajeros de la Paz, que fundó y preside el padre Ángel, promovió esta festividad. Además, este día nace para reivindicar el papel que realizan los mayores en la sociedad en general.

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