Encontrar una mesa en Madrid un viernes por la noche sin reserva antes del coronavirus era tarea imposible, en la ‘nueva normalidad’ las cosas han cambiando…y mucho.
Casa Orellana (Orellana, 6) abrió sus puertas en el corazón del barrio de las Salesas, en la calle que da nombre al restaurante, donde cuenta con una agradabilísima terraza de no más de 5 mesas . Propiedad del Grupo El Escondite, los mismos del Café Comercial, Barbara Ann y El Escondite de Villanueva, Casa Orellana conserva el aspecto castizo de las tascas de vermut: paredes de tonos rojizos, enormes cristaleras y espejos donde los comensales pueden consultar el menú. Su personal, perfectamente uniformado, es uno de sus puntos fuertes. Podría afirmarse que el servicio es excelente.
La carta, diseñada por Guillermo Salazar, un chef curtido en fogones al otro lado del charco, ofrece platos de inspiración mediterránea concebidos más para el picoteo que para sentarse en la mesa y empezar a hablar de cosas serias. De entre todos, cabe destacar los molletes de pringa, las croquetas de rabo de toro y, por supuesto, los huevos rotos con carabineros. Es en los primeros y segundos donde el mentidero se estrella de manera estrepitosa.