Un nuevo estudio concluye que el 86% de los habitantes de las ciudades de todo el mundo (2.500 millones de personas) están expuestos a niveles medios anuales de partículas finas que superan la directriz de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2005. Y un segundo estudio concluye que casi dos millones de casos de asma infantil están relacionados con la contaminación atmosférica por dióxido de nitrógeno provocada por el tráfico, y que dos de cada tres se producen en las ciudades.
Ambos estudios se publican en la revista ‘The Lancet Planetary Health’ y destacan la necesidad constante de estrategias para mejorar la contaminación del aire y reducir la exposición a emisiones nocivas, particularmente entre niños y ancianos.
Aproximadamente el 86% de las personas que viven en zonas urbanas de todo el mundo, es decir, 2.500 millones de personas, están expuestas a niveles de partículas poco saludables, lo que provocará 1,8 millones de muertes en exceso en las ciudades de todo el mundo en 2019.
Además, casi 2 millones de casos de asma entre los niños de todo el mundo fueron atribuibles a la contaminación por NO2 en 2019, y dos de cada tres ocurrieron en áreas urbanas.
En el primer estudio de modelización, los investigadores analizaron las PM2,5 (partículas finas con un diámetro igual o inferior a 2,5 micrómetros), el principal factor de riesgo ambiental de enfermedad. Se sabe que su inhalación aumenta el riesgo de muerte prematura por afecciones como las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades respiratorias, el cáncer de pulmón y las infecciones de las vías respiratorias inferiores.
A pesar de que más de la mitad (55%) de la población mundial vive en ciudades, hasta la fecha se ha investigado poco sobre la comparación de la carga de enfermedades causadas por las PM2,5 en las zonas urbanas de todo el mundo, y la mayoría de las evaluaciones analizan las PM2,5 sólo en las megaciudades. Este nuevo estudio examina las concentraciones de PM2,5 y las tendencias de mortalidad asociadas en más de 13.000 ciudades de todo el mundo entre 2000 y 2019.
La concentración media de PM2,5 ponderada por la población en todas las áreas urbanas a nivel mundial fue de 35 microgramos por metro cúbico en 2019, sin cambios desde el año 2000. Esto equivale a siete veces la directriz de la OMS de 2021 para el promedio anual de PM2,5 (cinco microgramos por metro cúbico) [2]. Los autores estiman que 61 de cada 100.000 muertes en zonas urbanas fueron atribuibles a las PM2,5 en 2019.
Aunque las concentraciones medias globales de PM2,5 en zonas urbanas fueron constantes durante este periodo, hubo grandes variaciones por regiones. A nivel mundial, aproximadamente el 86% de los habitantes urbanos (2.500 millones de personas) vivían en zonas que superaban la directriz de la OMS de 2005 para la exposición media anual a las PM2,5 (10 microgramos por metro cúbico) en 2019, lo que provocó un exceso de 1,8 millones de muertes.
La investigación descubrió que la disminución de las concentraciones de PM2,5 en las zonas urbanas a lo largo de las dos décadas (por ejemplo, las ciudades africanas, europeas y de América del Norte y del Sur experimentaron descensos del 18%, el 21% y el 29% en las concentraciones de PM2,5) no se correspondía con el mismo nivel de descensos en las tasas de mortalidad atribuibles a las PM2,5 por sí solas, lo que demuestra que otros factores demográficos, por ejemplo, el envejecimiento de la población y la mala salud general, son factores influyentes en la carga de mortalidad relacionada con la contaminación.
«La mayoría de la población urbana del mundo sigue viviendo en zonas con niveles insalubres de PM2,5 –afirma Veronica Southerland, de la Universidad George Washington (EE.UU.) y autora principal del estudio–. Para evitar la gran carga de salud pública que supone la contaminación atmosférica se necesitarán estrategias que no sólo reduzcan las emisiones, sino que también mejoren la salud pública en general para reducir la vulnerabilidad».
Este estudio también evaluó únicamente el impacto de las PM2,5 en la mortalidad, sin tener en cuenta otras cargas sanitarias causadas por las PM2,5, como el bajo peso al nacer, el nacimiento prematuro y el deterioro cognitivo.
En el segundo estudio, los investigadores analizaron el NO2 (gas de dióxido de nitrógeno), un contaminante atmosférico emitido principalmente por los vehículos, las centrales eléctricas, la fabricación industrial y la agricultura.
Investigaciones anteriores han demostrado que la contaminación atmosférica relacionada con el transporte, para la que el NO2 sirve de marcador, está asociada tanto a la exacerbación del asma como a la aparición de nuevos casos de asma en los niños. Sin embargo, hasta la fecha no ha habido estudios que analicen específicamente las tendencias de la carga de la contaminación por NO2 relacionada con el transporte en la incidencia del asma pediátrica en las zonas urbanas.
En esta investigación, se calcularon las concentraciones globales de NO2 con una resolución de 1 km combinando datos de satélite con conjuntos de datos sobre diferentes tipos de uso del suelo, como carreteras y espacios verdes. Las concentraciones de NO2 se aplicaron a la población y a las tasas de asma de referencia para estimar la incidencia del asma pediátrica atribuible al NO2 entre 2000-2019 en 13.189 zonas urbanas de todo el mundo.
El estudio reveló que en 2019 hubo 1,85 millones de nuevos casos de asma pediátrica asociados al NO2; el 8,5% de todos los nuevos casos de asma pediátrica registrados ese año. Aproximadamente dos de cada tres de estos casos de asma pediátrica atribuibles al NO2 se produjeron en las 13.189 zonas urbanas incluidas en el estudio. En las zonas urbanas, el NO2 fue responsable del 16% de todos los nuevos casos de asma pediátrica en 2019.
Tanto en 2000 como en 2019, 1,2 millones de casos de asma pediátrica en áreas urbanas podrían atribuirse a la contaminación por NO2, sin embargo, la tasa por 100.000 niños disminuyó un 11%, de 176 a 156 por 100.000 niños, ya que la población urbana creció un 14%.
«Nuestros resultados demuestran la importante influencia de la contaminación atmosférica relacionada con la combustión en la salud de los niños en las ciudades de todo el mundo», afirma la doctora Susan Anenberg, de la Universidad George Washington, que es coprimera autora del estudio sobre el NO2 y autora correspondiente de ambos estudios.
«En los lugares que cuentan con programas eficaces de gestión de la calidad del aire, las concentraciones de NO2 han experimentado una tendencia a la baja durante décadas, con beneficios para la salud respiratoria de los niños –añade–. Incluso con estas mejoras, los niveles actuales de NO2 contribuyen sustancialmente a la incidencia del asma pediátrica, lo que pone de manifiesto que la mitigación de la contaminación atmosférica debe ser un elemento fundamental de las estrategias de salud pública infantil».