Las elecciones de este domingo en Castilla y León han dejado claro que la sangría de votos continúa en Ciudadanos y que su candidato, Francisco Igea, pese a que ha conseguido renovar su escaño por Valladolid, no ha logrado poner un torniquete en la herida que se abrió en el partido tras las generales de noviembre de 2019. Con el 98,53% del voto escrutado, la formación naranja consigue una exigua representación y pasa a la irrelevancia, sin grupo parlamentario.
En todas las elecciones generales desde diciembre de 2015, el porcentaje de voto de Ciudadanos en Castilla y León fue superior al de la media nacional. Este domingo, con el escrutinio en el punto citado, se quedan en un 4,50%, frente al 6,8% que se anotaron en esa comunidad en las legislativas de noviembre de 2019, cuando cosecharon su peor resultado en unas generales.
En comparación con las autonómicas de mayo de 2019, tras las que formaron Gobierno con el PP de Alfonso Fernández Mañueco, han perdido 11 escaños, 152.000 votos y 10,44 puntos porcentuales de apoyo.
Si en mayo de 2021 la formación liderada por Inés Arrimadas, pasó del Gobierno de la Comunidad de Madrid a quedar fuera de la Asamblea madrileña, en esta ocasión Igea, vicepresidente de la Junta hasta el pasado mes de diciembre, sí ha conseguido que la marca naranja se mantenga en el Parlamento, pero ya no será decisiva.
El partido ha sumado el 4,50% de los votos, por encima del 3,57% que recabó en las madrileñas, y un punto menos de su resultado en las catalanas de hace justo un año.
Tras ahondar en su caída libre en Castilla y León, la formación naranja tendrá que afrontar la próxima cita con las urnas, en principio las autonómicas en Andalucía, comunidad en la que los naranjas gobiernan en coalición con el PP desde diciembre de 2018.
EL PRINCIPIO DEL FIN
La debacle de Ciudadanos arrancó tras las generales de noviembre de 2019, repetición de las que habían tenido lugar en abril del mismo año y en las que había logrado su mejor resultado al convertirse, con 4,1 millones de votos y 57 escaños, en la tercera fuerza del Congreso.
Pero en tan sólo seis meses, tras su negativa a buscar un acuerdo para investir a Pedro Sánchez o al menos para facilitar el desbloqueo con una abstención como defendieron críticos como Igea, la formación naranja perdió 2,5 millones de votos y sólo logró 10 diputados, de los que, tras el paso de Pablo Cambronero al Grupo Mixto, ya sólo retiene nueve.
Entre esas dos citas electorales, en mayo de 2019, también tuvieron lugar elecciones en la mayor parte de las comunidades, obteniendo Cs representación en todas las que votaron, salvo en Ceuta.
Tras esos comicios, el partido pactó con el PP y entró en los gobiernos Castilla y León, Murcia y Madrid –en los dos últimos casos con apoyo externo de Vox–, unas alianzas que tuvieron contestación interna y provocaron la dimisión del diputado Toni Roldán y el eurodiputado Javier Nart. Desde diciembre de 2018, ya gobernaba en coalición con el PP en Andalucía, también con Vox apoyando desde fuera.
ARRIMADAS, DE FRACASO EN FRACASO
Después del batacazo de noviembre de 2019 y la salida de Rivera, Arrimadas tomó las riendas del partido. Lo hizo después de imponerse en primarias a Francisco Igea. Desde entonces, los ‘naranjas’ han ido acumulando fracasos y se han enfrentado a un constante goteo de ‘fugas’ al PP.
En julio de 2020, volvió a resistírsele el Parlamento gallego, donde nunca ha tenido escaños, lo que compensó con su estreno en la Cámara vasca. Allí concurrió en alianza con el PP y se hizo con la mitad de los cuatro asientos que obtuvo la coalición, aunque ya sólo le queda uno.
Arrimadas intentó repetir ese tándem con los ‘populares’ en las catalanas de febrero de 2021, pero Pablo Casado lo rechazó y ambas fuerzas concurrieron por separado. El resultado de Ciudadanos hace justo un año en la tierra donde nació ha sido uno de los golpes más duros para el partido.
La lista naranja, que venía de ganar en 2017 con Arrimadas como cabeza de cartel, se desplomó. Perdió cerca de un millón de votos, 30 escaños, y pasó de primera a séptima fuerza, por detrás de Vox. Sin embargo, aunque varios diputados y senadores exigieron dimisiones, la líder de Cs logró capear el temporal y seguir adelante sin modificar el rumbo.
GOTEO DE FUGAS AL PP
Pero la situación cambió radicalmente un mes después, a raíz de lo ocurrido en Murcia. En marzo de 2021, la formación naranja se alió con el PSOE para echar al PP del Gobierno de la Región y del Ejecutivo municipal de Murcia. En el primer caso, el presidente autonómico, el ‘popular’ Fernando López-Miras, logró que varios diputados de Cs y otros previamente expulsados de Vox votaran en contra de la moción de censura, impidiendo que prosperase.
Como consecuencia de ello, Cs perdió el poder Murcia, teniendo que ver, además, cómo tres de sus diputados se convertían en tránsfugas. Y los abandonos no se limitaron a Murcia, sino que, tras la decisión de Isabel Díaz Ayuso de convocar elecciones en Madrid, comenzó un goteo de cargos de Cs que decidieron apartarse del partido, muchos para pasarse a la órbita del PP, ya fuera con o sin carné.
Este fue el caso del ex secretario de Organización de Cs Fran Hervías, que entregó su acta de senador y se pasó al PP acusando a Arrimadas de ser «muleta del sanchismo» y de Toni Cantó, que dejó su escaño en las Cortes Valencianas y ahora está al frente de la Oficina del Español de la Comunidad de Madrid.
La que fuera diputada por Alicante Marta Martín dejó el partido y el Congreso para volver a la universidad mientras que el diputado andaluz Pablo Cambronero, retuvo su acta y se integró en el Grupo Mixto del Congreso, donde continúa.
Tras la salida del Gobierno de Murcia, dos meses después sucedió lo mismo en la Comunidad de Madrid, elecciones mediante. Díaz Ayuso rompió la coalición, adelantó los comicios y los naranjas pasaron del Gobierno regional, donde Ignacio Aguado era vicepresidente, a quedarse sin representación en la Asamblea madrileña.
La lista que encabezó el portavoz adjunto en el Congreso, Edmundo Bal no logró revalidar ni uno de los 26 diputados que había sumado en 2019 y perdió medio millón de votos, quedándose con un apoyo del 3,57%, frente al 19,46% que había reunido dos años antes.
RETOQUES EN LA EJECUTIVA Y UNA CONVENCIÓN
Esta derrota provocó nuevas deserciones en las filas naranjas, como la de Marta Rivera de la Cruz, que volvió a ser nombrada consejera por Díaz Ayuso. Además de Toni Cantó, la presidenta madrileña repescó para un cargo en la comunidad a la también exdiputada nacional Patricia Reyes, que había dejado el partido en octubre de 2020.
Pese a todo, Arrimadas continuó al frente del partido. Tras el fiasco de Murcia, aceptó la dimisión como vicesecretarios de Carlos Cuadrado y José María Espejo-Saavedra, aunque continuaron en la dirección y después del batacazo en Madrid, se limitó a organizar una convención en julio del año pasado.
Para entonces, Cs se había quedado ya también sin la Alcaldía de Granada y había expulsado al hasta entonces primer edil Luis Salvador. Sí se mantiene en el poder en el Ayuntamiento de Madrid, donde el ‘popular’ conserva a Begoña Villacís como vicealcaldesa.