Una nota al lado de la cama, junto al cadáver, relataba el porqué del suicidio, pero se demostró que no fue tal. Se trataba de un asesinato mediante la simulación de un suicidio. Inicialmente, la nota indujo a error a los investigadores, pues, efectivamente, se trataba de la letra del finado. Sin embargo, había algo que no cuadraba: el papel, su antigüedad, la tinta, etc.
Y así fue. El asesino se valió de una carta de suicidio real del fallecido, pero escrita diez años antes, en un momento en el que éste pensó en acabar con su vida, aunque finalmente no llevó a cabo el acto. De esta forma, el autor del crimen pensó que tenía la cobertura perfecta. Tras administrar una sobredosis de barbitúricos a una víctima indefensa postrada en cama por la enfermedad, colocó la carta en la escena del crimen, de forma tal que todo apuntase al suicidio.
Tras realizarse una prueba pericial de la tinta con la que fue escrita (técnica denominada datación de tintas), se evidenció que llevaba impresa en el papel desde hacía mucho tiempo atrás, con lo que la versión del asesino se vino abajo, demostrándose su culpabilidad y siendo condenado como autor de un asesinato.
El origen de este estudio parte de la tesis doctoral defendida por Óscar Francisco Díaz Santana –uno de los autores de este artículo– en la Universidad Camilo José Cela, en 2017. Titulada “El antedatado de los documentos y los criterios para la valoración de la prueba pericial. La prueba pericial de datación de documentos en el ordenamiento jurídico español. Un estudio experimental y los criterios a utilizar en la valoración de la prueba”, fue dirigida por los doctores Nicolás Marchal Escalona (Universidad CEU – San Pablo) y Daura Vega Moreno (Universidad de las Palmas de Gran Canaria).
La datación de tintas es una técnica pionera en España, introducida y realizada en el Instituto Canario de Análisis Criminológico (ICAC), ubicado en Las Palmas de Gran Canaria y fundado por el Dr. Díaz Santana. Esta técnica permite medir, dentro de determinados parámetros temporales, la fecha en que un documento manuscrito fue redactado, en base a la medición, mediante diversos procedimientos científicos, de la antigüedad de las tintas.
El fundamento del método se basa en la evaporación (disolventes) y degradación (colorantes) de determinados componentes de las tintas por el paso del tiempo, lo que permite demostrar en una gran cantidad de casos, dependiendo de la muestra, de su conservación y de otros factores, si un documento, por ejemplo, fue antedatado.
El colorante más usado en la tinta de los bolígrafos es el cristal violeta, empleándose en el 99,9 % de las formulaciones para las tintas de color negro y azul. Estas tintas presentan la particularidad de que las concentraciones del colorante son tan abundantes que apenas varían en décadas, por lo que su evolución no es fácilmente perceptible, considerándose un componente constante.
Sin embargo, la doctora Vega Moreno, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y colaboradora del doctor Díaz Santana en esta investigación, puso de manifiesto que el cristal violeta se degrada “en pequeñas fracciones” que proporcionan una valiosa información a la hora de detectar la fecha en que esa tinta se depositó sobre el papel. De esta forma, cuanto más alta es la concentración de esos compuestos de degradación (siempre en relación con el original), más antiguo sería el documento.
Los investigadores han establecido un período de estudio de diez años. En ese tiempo, la concentración original de cristal de violeta prácticamente no varía, pero sí aparecen sus compuestos de degradación. Entre dichos compuestos, destaca el NNAPH (N, N’-dimetil-4-aminofenol), que sufre una variación en su concentración entre los 44 y los 60 meses, estabilizándose la misma (estado de “reposo”) a partir de ese momento.
Esta tendencia implicaría que la tinta de las muestras poseería esa antigüedad. Además, este compuesto de degradación del cristal violeta, dado su empleo en todo el mundo, serviría de “trazador universal” con independencia de las marcas de los bolígrafos, pues está presente en prácticamente todas las tintas.
Aplicando esta metodología, los investigadores han podido datar un manuscrito o su firma en un rango temporal de ocho años, con un margen de error de siete meses. Y esto es de gran relevancia, pues habitualmente los casos peritados suelen ser menos exigentes en los rangos temporales; por ejemplo, se cuestiona si un documento tiene uno o veinte años.
Por el contrario, los documentos recientes (10, 15 o 30 días) son más fáciles de identificar, pudiéndose aportar fechas exactas. A medida que se alejan en el tiempo es más complicado, pero los modelos matemáticos permiten determinar fechas en un rango aproximado, pudiendo variar en atención a las condiciones de conservación del papel.
Pongamos el caso de un bien mueble que va a ser objeto de embargo en 2024. Para evitarlo, el propietario acuerda firmar un contrato con un tercero con fecha de 2010, simulando una compraventa. Esta técnica de datación permite demostrar científicamente, mediante el análisis de las tintas, que el documento no ha sido firmado en la fecha que se indica en el pie, evidenciando así una falsedad documental, pese a que las firmas sean auténticas.
Este tipo de investigaciones y análisis, del que es pionero a nivel mundial el ICAC y que han llegado a ser referenciados por la Interpol y avalados por el Tribunal Supremo, suponen un avance cualitativo de gran relevancia, ya que tradicionalmente la documentoscopia (análisis de documentos) se había basado siempre en pruebas subjetivas. Sin embargo, esta técnica introduce una prueba objetiva con una sólida base científica, pudiendo equipararse al avance que supuso la prueba de ADN en biología forense.
En este caso, ya no se habla de un testimonio o de la pericia de un experto, sino de pruebas químicas y analíticas objetivas y, por tanto, científicas. Desde que el ICAC comenzó a aplicarlas, ya se han realizado más de 400 pruebas periciales, habiendo recaído sentencia en un 40% de los casos.
Estas técnicas periciales de datación de tintas constituyen un ejemplo más del gran desarrollo que han experimentado las disciplinas criminalísticas en las últimas décadas, y que han permitido enormes avances en los ámbitos de la falsificación de marcas, cotejo de letras y firmas, análisis de efectos balísticos, reconstrucción de accidentes de tráfico, análisis informáticos, análisis de joyería y relojería, levantamiento y cotejo de huellas lofoscópicas, caracterización de evidencias biológicas y no biológicas, análisis genómicos, delitos medioambientales, autenticidad de obras de arte, análisis de conducta criminal y victimal, etc.
Posiblemente, en este campo, la realidad vuelva a superar a la ficción cinematográfica.