Cristóbal Colón fue uno de los primeros en dejar constancia escrita de los volcanes de Canarias al registrar en su diario de a bordo el avistamiento de una erupción cuando navegaba frente a las costas de Tenerife en 1492, año en el que la isla aún no pertenecía a la Corona de Castilla, durante su estancia en el archipiélago con motivo del viaje que resultaría con el descubrimiento de América.
Se trata de un hecho que quedó patente en las dos versiones que existen en la actualidad del documento, puesto que el original entregado a los Reyes Católicos y la copia del propio navegante han desaparecido.
Por un lado, está la recopilación hecha por Fray Bartolomé de Las Casas y, por otra, el libro ‘La historia del almirante’ escrito en el siglo XVI por su hijo, Hernando Colón. En ambas versiones hay leves diferencias en cuanto al momento en que lo vieron aunque se mantiene la descripción que observaron desde el agua.
En el caso del fraile, la mención a la erupción se incluye en el relato que comienza el día 9 de agosto cuando dice que hasta el siguiente domingo Colón no pudo llegar a La Gomera procedente de Gran Canaria, donde Martín Alonso Pinzón se quedó porque La Pinta –que capitaneaba– iba mal acondicionada y no podía navegar, precisando de una puesta a punto.
El almirante volvió a los pocos días a Gran Canaria para ayudar a arreglar La Pinta, lo cual se consiguió «con mucho trabajo y diligencias» para, luego, regresar de nuevo a la hoy llamada ‘isla colombina’. Fue en ese trayecto cuando, según Bartolomé de Las Casas, los marineros «vieron salir gran fuego de la sierra de la isla de Tenerife, que es muy alta en gran manera».
«Tomada, pues, agua y leña y carnes y lo demás que tenían los hombres que dejó en la Gomera el almirante cuando fue a la isla de Canaria a adobar la carabela Pinta, finalmente se hizo a la vela de la dicha isla de la Gomera con sus tres carabelas el jueves a 6 días de septiembre», señala el fraile en su recopilación del diario de a bordo de Cristóbal Colón.
RELATO DE HERNANDO COLÓN
En la versión de Hernando Colón, más detallada, se cuenta que partieron del Puerto de Palos el 4 de agosto de 1492 y que durante el trayecto al archipiélago a La Pinta se le saltaron fuera los hierros del timón, hecho que motivó que el almirante se les acercara en la Nao Santa María con la sospecha «de que tal accidente había sobrevenido por astucia o malignidad del patrón –Martín Alonso Pinzón–, creyendo de este modo librarse de aquel viaje, como antes de la salida intentó hacer».
No obstante La Pinta, «remediándose lo mejor que pudo», y las otras dos naves llegaron a las islas Canarias en el alba del jueves, 9 de agosto, aunque no pudieron tomar tierra durante los dos días siguientes en Gran Canaria a causa del viento.
Ante esta situación, Colón dejó allí a Pinzón con La Pinta para que arribara desde que pudiera e intentara procurarse otro navío mientras él iba con la Santa María y La Niña a La Gomera con el mismo objetivo, ya que en el caso de no conseguir un barco en una isla lo pudieran hallar en la otra.
El almirante tocó la isla colombina el 12 de agosto y supo de un navío que tenía que arribar procedente de Sevilla, embarcación que no llegó, por lo que tras varios días sin tener noticias de La Pinta mandó a un hombre en un carabelón que partía hacia Gran Canaria para que ayudara a Pinzón a arreglar el barco.
Volvieron a pasar los días sin tener noticias y Colón optó por regresar el 23 de agosto a Gran Canaria con sus dos naves, encontrándose el carabelón por el camino, que no había podido llegar por culpa del viento, y embarcando en su nao al hombre que había mandado.
«Recogió al hombre que lo guiaba y pasó aquella noche cerca de Tenerife, de cuya montaña se veían salir grandísimas llamas, de lo que maravillándose su gente, les dio a entender el fundamento y la causa de tal fuego, comprobando todo con el ejemplo del monte Etna de Sicilia y de otros muchos montes donde se veía lo mismo», relató el hijo de Colón.
Finalmente, una vez que pasaron Tenerife, llegaron a Gran Canaria el sábado, 25 de agosto, donde Pinzón, «con gran fatiga», había arribado el día antes, decidiendo remendar La Pinta haciéndole un nuevo timón y cambiándole la vela de latina a redonda para que pudiese seguir con mayor seguridad a sus dos compañeras en el viaje que les esperaba.