Un equipo de arqueólogos ha descubierto el vino más antiguo del mundo mientras investigaban una tumba romana hallada en 2019 en una casa de la localidad sevillana de Carmona, en el sur de España.
Según un comunicado conjunto del Ayuntamiento de Carmona y la Universidad de Córdoba, organismos responsables de la investigación, se trata de un vino en el que estaban sumergidos, en una urna de vidrio, los restos óseos de uno de los hombres de esa tumba, en la que hay evidencias de cuatro personas en total.
Aunque inicialmente era un vino blanco, este líquido con el tiempo adquirió un tono rojizo, y se ha conservado desde el siglo I después de Cristo, como descubrió un equipo del Departamento de Química Orgánica de la Universidad de Córdoba, liderado por el catedrático José Rafael Ruiz Arrebola, y los arqueólogos municipales.
Lo han identificado como el vino líquido más antiguo descubierto hasta la fecha, sustituyendo de esta forma a la botella de vino de Speyer, fechada en el siglo IV d.C., descubierta en 1867 y que se conserva en el Museo Histórico de Pfalz (Alemania).
Pese a los 2 000 años que han pasado, las condiciones de conservación de la tumba, que se había preservado intacta y bien sellada durante todo ese tiempo, han facilitado que el vino mantuviera su estado natural.
El reto era comprobar que ese líquido rojizo era vino o, más bien, que en otra época fue vino porque ya había perdido muchas de sus características esenciales.
Para ello recurrieron a una serie de análisis químicos, que han publicado en la revista Journal of Archaeological Science: Reports.
La clave para su identificación la dieron los polifenoles, unos biomarcadores presentes en todos los vinos; gracias a una técnica capaz de identificar estos compuestos en muy baja cantidad, el equipo halló siete polifenoles concretos que también estaban presentes en vinos de otros lugares del sur de España como Montilla-Moriles, Jerez o Sanlúcar.
Lo más difícil de determinar fue el origen del vino, ya que no existe una muestra de la misma época para comparar, pero, aún así, las sales minerales presentes en el líquido que guarda la tumba tienen concordancia con los vinos blancos que actualmente se producen en el territorio que perteneció a la antigua provincia Bética (sur de España).
El hecho de que el vino cubriera los restos óseos de un hombre no es casualidad pues las mujeres en la antigua Roma tuvieron prohibido durante mucho tiempo probar el vino.
Si los huesos de un hombre estaban sumergidos en vino junto con un anillo de oro y otros restos óseos trabajados provenientes del lecho funerario en el que había sido incinerado, la urna que contenía los restos de una mujer no tenía ni una gota de vino, pero sí tres joyas de ámbar, un frasco de perfume con aroma a pachulí y restos de telas cuyos primeros análisis parecen indicar que se trataría de seda.
La tumba, en realidad un mausoleo circular que probablemente acogió a una familia de alto poder adquisitivo, estaba situada junto a la importante vía que comunicó la romana Carmo (Carmona) con Hispalis (Sevilla) y señalizada con una torre (ya desaparecida).