Dominique Roques ha dedicado más de 30 años a buscar aromas naturales para la industria de la perfumería, pero en su último libro, ‘El aroma de los bosques’ (Ediciones Siruela), el francés aúna está pasión con su «amor» por los árboles. En ese sentido, se ha descrito como «optimista» por el futuro de los bosques porque son «inmortales».
«En mil años, el bosque había comido y recubierto la civilización maya, es increíble. Y esto podría ocurrir con nosotros: en el momento en el que nos vayamos, vienen los árboles, que tienen todo el tiempo. Ha pasado en Chernobyl y en Hiroshima, hay árboles que han sobrevivido. Fundamentalmente soy optimista. Los bosques son inmortales, no desaparecerán, es un poco filosófico», ha añadido el escritor durante un encuentro con la prensa este jueves 3 de octubre en Madrid, con motivo de este segundo libro.
Sin embargo, también cree que hay razones para no ser «tan optimista» y aunque asegura que en el norte de Europa y América los bosques no tienen mala salud, el problema de la sobreexplotación es «criminal» en las zonas tropicales, donde las empresas realizan tala masiva con el favor de los pueblos que habitan los bosques, quienes lo ven como «beneficioso».
«(En el norte de Europa y de América) la cantidad de materia de madera que crece cada año es superior a lo que cortamos, básicamente no es un desastre. Pero en los trópicos, en el Amazonia, en el Chaco Paraguayo, en el Congo, en Indonesia, sí hay que ser pesimistas. Ahí no talan tanto para tener árboles –porque a la industria hoy le cuesta más cortar un árbol tropical que plantar un pino o un eucalipto– como para conseguir suelos para la agricultura y poner plantaciones de aceite de palma», ha explicado.
En ese sentido, Roques ha recordado uno de sus viajes a la Isla de Borneo, donde después de ocho horas de viaje viendo bosques arrasados, eran los propios habitantes los que celebraban su desaparición porque no consideran que les reporte beneficios. Sin embargo, las fábricas para la producción de aceite de palma generan empleos.
INDUSTRIA PERFUMERA PARA EVITAR LA TALA MASIVA DE ÁRBOLES
Para Roques, la perfumería puede ser clave para que estas poblaciones vean beneficio económico a los bosques, ya que esta industria asociada al lujo necesita «notas naturales», esencias o extractos, que vengan tanto de los árboles como de las hojas o de las cortezas, pero que tengan suficiente cantidad y calidad para poder seguir usándolas. Sin suficiente cantidad, se usan moléculas sintéticas.
«Para defender el Chaco, el perfume puede ayudar. La gente de Paraguay que dice: ‘El bosque del Chaco no vale nada, lo vamos a quitar y vamos a poner ganado, es la riqueza del país’. Y los del perfume dicen: ‘no, no, vale mucho este bosque porque hay varias esencias, hay palosanto, más árboles increíbles’. Si lo valoras bien (el bosque), hay que explotarlo de una forma sostenible. Tenemos que ser capaces de dar al propietario un dinero interesante para que él se quede con el bosque en sus terrenos», ha propuesto el perfumista.
«ESPAÑA HUELE A JARA»
Sus primeros pasos en el mundo del perfume le llevaron hasta Huelva y a los campos de jara bajo las encinas, por lo que para Roque España huele a jara, un olor «mágico».
En la provincia andaluza se dedicó a observar de cerca a las poblaciones gitanas que se dedicaban a segar la planta aromática para conseguir goma. Su trabajo se centraba en montar una fábrica de destilación y extracción de jara, pero quiso que la industria valorase quién había producido la materia, cómo y dónde -bajo condiciones «súper duras»-, y así «abrirles la mente». «Mi trabajo fue conectar esas historias de los pueblos gitanos con los perfumistas», ha concluido.