El Papa ha reflexionado sobre las distintas lápidas que sufre la sociedad «sofocando la vida» y «apagando la confianza» y ha clamado por «los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra».
Francisco ha presidido y celebrado la Vigilia Pascual de este Sábado Santo en la basílica de San Pedro en el Vaticano, una larga ceremonia de alrededor de dos horas. El Pontífice, que ha leído la homilía sin dificultades, ha nombrado de esta manera «los miedos y de las amarguras» que bloquean el camino «hacia la alegría y la esperanza».
El Pontífice se ha referido a «todas las experiencias y situaciones» que roban «el entusiasmo y la fuerza para seguir adelante». «La muerte de nuestros seres queridos, que dejan en nosotros vacíos imposibles de colmar; los fracasos y los miedos que nos impiden realizar el bien que deseamos; las cerrazones que frenan nuestros impulsos de generosidad y no nos permiten abrirnos al amor; los muros del egoísmo y de la indiferencia, que repelen el compromiso por construir ciudades y sociedades más justas y dignas para el hombre; los anhelos de paz quebrantados por la crueldad del odio y la ferocidad de la guerra», ha subrayado.
Durante la Vigilia Pascual, una de las celebraciones litúrgicas más sugestivas de la Semana Santa, que ha comenzado con la basílica de San Pedro sumida en la oscuridad total para simbolizar la muerte de Jesús, el Papa se ha referido a la
«piedra» que representa «el final de la historia de Jesús, sepultada en la oscuridad de la muerte».
«Aquella roca, obstáculo infranqueable, era el símbolo de lo que las mujeres llevaban en el corazón, el final de su esperanza. Todo se había hecho pedazos contra esta losa, con el misterio oscuro de un trágico dolor que había impedido hacer realidad sus sueños», ha añadido.
De este modo, el Papa ha explicado que lo que se conmemora en la fiesta de la Pascua es «la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso», que no puede considerarse una experiencia sólo del pasado. «Significa que ninguna experiencia de fracaso o de dolor, por más que nos hiera, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestra vida», ha reflexionado.
La ceremonia del Sábado Santo es el tercero y último de los días del Triduo Pascual en el que los católicos rememoran especialmente a la Virgen María tras la pérdida de su hijo, por lo que es un día relacionado con el dolor, la tristeza y la reflexión.
El rito litúrgico ha arrancado en el atrio de la Basílica de San Pedro con la bendición del fuego y la preparación del cirio pascual. Tras la procesión hasta el altar, con el cirio pascual encendido, el Papa ha administrado el sacramento del bautizo a 8 adultos -cuatro italianos, dos coreanos, un japonés y un albanés-.