El Papa ha condenado todas las «derivas inaceptables» que llevan a matar como el suicidio asistido o la eutanasia tras constatar que solo la vida es un «derecho», si bien también considera «inmoral» el encarnizamiento terapéutico.
«La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes», ha asegurado el Pontífice durante la audiencia general de este miércoles que ha presidido en el Aula Pablo VI del Vaticano.
No obstante, ha señalado como un valor positivo «toda la ayuda que la medicina se está esforzando por dar», en el campo de los llamados «cuidados paliativos», cuando la persona que se prepara para vivir el último tramo del camino, «pueda hacerlo de la forma más humana posible».
Sin embargo, ha dejado claro que no se debe «confundir esta ayuda» con la eutanasia. En este sentido, el Papa ha denunciado las prácticas que «aceleran la muerte de los ancianos» como un «problema social, pero real» que existe en la sociedad.
«Eso de planificar, entre comillas, no sé si es la palabra justa, pero acelerar la muerte de los ancianos. Muchas veces se ve en ciertos sectores sociales que a los ancianos, porque no tienen los recursos necesarios, les suministran menos medicinas de las que necesitan. Esto es inhumano; esto no es ayudarles, esto es empujarles más rápido hacia la muerte y esto no es humano ni cristiano», ha considerado de forma improvisada.
Del mismo modo ha llamado a cuidar a los ancianos «como un tesoro de la humanidad», porque constituyen «su sabiduría» incluso si están en una condición en la que «no hablan o han perdido el sentido común». Y ha asegurado que «son el símbolo de la sabiduría; son los que han recorrido antes el camino que nosotros».
«Acariciar a un anciano tiene la misma esperanza que acariciar a un niño. El inicio de la vida y el fin de la vida es siempre un misterio que va siempre respetado, cuidado y amado», ha concluido.