El Prado aporta la mirada astronómica a algunas de sus grandes obras: del terraplanismo a la Luna «impura»

Redacción

El Museo del Prado ha puesto en marcha ‘Reflejos del cosmos’, un itinerario creado por Montserrat Villar –doctora en astrofísica del CSIC–, en el que se revisan algunos mitos y hallazgos científicos a través de obras de la pinacoteca de autores como Patinir, Rubens, Tiépolo o Zurbarán.

En total, son 20 obras de autores en las que se muestra «cómo la percepción y el conocimiento del cosmos han variado a la par que avanzaba la ciencia» y cómo esos avances encontraron plasmación visual en el arte del pasado.

«La fascinación por el cosmos y la necesidad de interpretar sus señales, de comprenderlo y predecirlo, han impregnado todas las culturas por motivos muy diversos. Con este itinerario se propone una aproximación que refleja la fascinación por el cosmos desde hace miles de años y la evolución de la percepción del universo», han señalado desde el Prado.

‘Reflejos del cosmos en el Museo Nacional del Prado’ se articula en cuatro recorridos temáticos independientes pero complementarios entre sí: ‘El mito de la Tierra plana’; ‘Mitos en las estrellas’; ‘Cuando la Luna perdió su pureza’ o ‘La revolución del telescopio’.

La primera parte de este itinerario habla del falso mito de la Tierra plana medieval, que se propagó con rapidez en el siglo XIX y alimentó durante más de ciento cincuenta años acalorados debates entre sus defensores y detractores. A pesar de que se habla de que en la Europa medieval cristiana existía la creencia generalizada de esa planicie, desde el museo recuerdan que casi todos los grandes pensadores aceptaron el concepto clásico de la Tierra esférica.

Uno de los cuadros representativos de esta sección es el de ‘El paso de la laguna Estigia’, de Joachim Patinir, que ha sido usado por el terraplanismo para, de acuerdo con él, creer que en esta obra la línea del horizonte marcaría el fin del mundo, más allá del cual se abría un abismo desconocido.

La propia Villar ha destacado el cuadro ‘El tercer día de la Creación (exterior del Tríptico del jardín de las delicias)’ El Bosco, donde una interpretación literal del Génesis inspira un escenario en grisalla: las «tierras secas» son planas y flotan sobre las «aguas de debajo del firmamento» que llenan el hemisferio inferior de una esfera.

«Desde los primeros siglos de la era cristiana y durante la Edad Media, los exégetas trataron de dilucidar la naturaleza de esas aguas sobre el firmamento», han destacado en el museo.

Además, los nuevos descubrimientos sobre la imperfección de la Luna y el origen terrestre de la luz cenicienta a principios del siglo XVII marcaron futuras obras, pero a ninguna tanto como a la inmaculada de Rubens. «Rubens estaba al tanto de los avances del conocimiento sobre el cosmos logrados por Galileo y sus contemporáneos, y así lo refleja su obra», apunta la experta.

En su representación de la Inmaculada Concepción, la Virgen está de pie sobre la Luna, que es «una bola maciza y opaca, como hecha de plomo, lejos por tanto de la visión cristalina e impoluta de quienes defendían su esencia pura».

«Este itinerario es un viaje en el cosmos para poder ver determinadas obras a través de las gafas de una astrónoma. Nunca he intentado dar una visión desde la historia del arte, sino mi propia visión con un proceso intenso de documentación mediante», ha señalado la astrónoma.

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