El recibo de la electricidad de un consumidor medio alcanza los 87,35 euros en el mes de junio, lo que supone un incremento del 64,6% con respecto al mismo periodo de 2020, cuando ascendió a 53,07 euros.
Según el simulador de la factura de la electricidad de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), con respecto al mes de mayo, el recibo experimenta también una subida, en este caso del 22,1%, puesto que entonces se situó en 71,55 euros. Teniendo en cuenta que junio tiene un día menos, la subida media diaria se acerca al 23%.
De esta manera, el recibo sigue subiendo de forma muy importante como viene sucediendo desde marzo después de la tregua experimentada en febrero, cuando bajó tras el fuerte incremento provocado por la borrasca Filomena y la ola de frío en enero. De hecho, se trata de la factura mensual más cara de la historia.
Además, en junio ha entrado en vigor el nuevo sistema de formación de los peajes y los costes regulados del recibo, con los tres tramos horarios de facturación. Para realizar la simulación del precio, se ha calculado con una potencia única de 4,4 kilovatios (KW) y un consumo del 37,5% en hora punta, de otro 37,5% en hora llano y del 25% restante en hora valle.
El principal motivo que explica la fuerte subida de la electricidad en los últimos meses es que los costes de emisión de CO2 están en máximos y eso afecta al precio de producir la energía con los ciclos combinados de gas, que al ser los más caros acaban marcando el precio final.
Para frenar este fuerte incremento del recibo, el Gobierno acaba de aprobar una rebaja temporal del IVA del 21 al 10%, que entró en vigor el pasado día 26 y que se prolongará hasta el 31 de diciembre de este año, y la suspensión del impuesto a la generación del 7%, que se mantendrá durante el tercer trimestre.
Dicha evolución del precio de la luz se corresponde con la factura de un consumidor medio con una potencia contratada de 4,4 kW y una demanda anual de 3.900 kilovatios hora (kWh).
Estas oscilaciones en el precio de la electricidad se producen básicamente por las variaciones en el coste de producción, que se incrementa cuando hay poca aportación de fuentes de generación renovable como el agua y el viento y mucha de fuentes fósiles más caras, especialmente el gas o el carbón. También se ve afectado por otros factores como el precio del petróleo.