«Lo importante es que la poesía sea de los que la leen». Esta es una máxima del poeta Francisco Brines, fallecido este jueves a los 89 años, solo unos días después de recibir el máximo galardón de las letras en español, el Premio Cervantes, y convertirse, además, en el primer valenciano en hacerlo.
El autor pronunciaba esas palabras el pasado mes de noviembre, en un acto de celebración con los medios de comunicación en su finca de Elca, en Oliva (Valencia), su pequeño «paraíso», tras anunciarse la concesión del galardón.
«La poesía es una poesía conviviente, porque yo siempre escribo la poesía para mí, como lector, y por lo tanto la recibo como lector, como creador y como lector, pero pensando siempre en los lectores que llegarán a ella. Yo creo que lo importante es que la poesía sea de los que la leen, así que estáis condenados a leerla», aseguró entonces haciendo gala de su sentido del humor.
De Brines se alaba su poesía colorida y sensitiva pero también su faceta personal. «Una buena persona y un poeta extraordinario, universal, pero con raíces», le describía el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig.
«Qué privilegio más alto haber coincidido contigo y tan cerca de ti por las calles de nuestro pueblo y por las horas de nuestros días. Hasta siempre, amigo», es el emocionado mensaje de la directora de la Fundación Francisco Brines, Àngels Gregori.
Nacido en Oliva en 1932, Francisco Brines dedicó una vida a su gran pasión, la escritura, que compaginó con la docencia, ya que ejerció como profesor de literatura española en la Universidad de Oxford. Este amor por la lírica se mantuvo intacto hasta el final, ya que continuaba creando y trabajando en una obra de «prosas líricas», ‘Donde muere la muerte’, según reveló.
Este deseo por alimentar la creación poética se ha manifestado también con la instauración, este mismo año, del I Premio Internacional de Poesía Francisco Brines, convocado por la Fundación que lleva su nombre con el patrocinio de la Generalitat Valenciana y del Ayuntamiento de Oliva.
Y es que, a pesar de su trayectoria internacional, el poeta siempre se sintió muy cercano a su lugar de nacimiento y aseguraba comprender que los vecinos del municipio sintieran el Premio Cervantes como algo también suyo. «Yo también me alegro de todo lo que surge en Oliva, a un deportista, un músico, un escritor etc. por lo tanto, si yo tengo esa necesidad de aplaudir un premio que ellos obtengan también este premio importante ha caído en uno de ellos», aseveraba.
«LO QUE SIEMPRE HABÍA SOÑADO»
La estrella de Brines comenzó a brillar con su primer, ‘Las brasas’ (1959), que obtuvo el Premio Adonais y le permitió convertirse «en lo que siempre había soñado, ser poeta», recuerdan desde su fundación.
El valenciano está considerado como un representante de la poesía íntima y elegíaca de la segunda generación de la posguerra, llamada de los 50 . Entre toda su producción destaca asimismo ‘El otoño de las rosas’ (1986), por haber sido el libro de poemas mejor acogido por la crítica y los lectores .
Su última obra, ‘La última costa’ (1996), fue elegido libro del año, recibiendo por ella el Premio Fastenrath. En 2001 fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua, ocupando el sillón X mayúscula, tomando posesión el 21 de mayo de 2006. Y en el acto inaugural del curso académico 2001-2002 de la Universidad Politécnica de Valencia fue investido Doctor Honoris Causa.
En el haber de premios, figuran el Nacional de las Letras Españolas (1999); a la Creatividad «Ricardo Marín» (2004); el IV Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2007) o el
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2010).