El escritor valenciano Javier Alandes asegura que «la literatura siempre es un buen complemento a la historia», ya que «es una forma de conocerla de un modo emocional y emocionante». «Los escritores no somos historiadores. Los escritores contamos historias, que es diferente. El estudio de la historia nos habla de los hechos objetivos, mientras que la literatura nos profundiza en las emociones, los miedos, las hipótesis».
Así lo asevera el autor en declaraciones a Europa Press con motivo de la presentación de ‘Los guardianes del Prado’ (Espasa), que combina ficción y realidad a partir de suceso histórico del traslado de obras del museo a València en 1936. En el relato, un puñado de hombres y mujeres luchan heroicamente para salvar los tesoros del Museo del Prado y se desarrolla, a la vez, una ingeniosa novela de intriga con tintes de thriller.
Sobre la elaboración de la novela, Alandes señala que su objetivo «siempre ha sido ser fiel a la historia, para que la divulgación y la curiosidad que pueda despertar un capítulo de la historia de España como el del traslado de los cuadros del museo del Prado sea siempre fidedigna».
«Y, a partir de ahí, añadir las tramas de ficción, con su componente aventurero y emocional, de una forma verosímil y sin que tergiverse en ningún modo la realidad. La ficción la utilizo para dar posibles explicaciones a hechos que, a día de hoy todavía no la tienen, como el caso del «misterio del tesoro del Vita», explica el escritor y guionista, que añade que considera la parte ficcionada «como un ejercicio de imaginación y libertad, siempre dentro de los límites de la veracidad».
Alandes precisa que más que una «salvación» de las obras, tras analizar las fuentes históricas disponibles, se trató de un «traslado por prevención de posibles riesgos». No hay que olvidar, apunta, que, en el propio viaje, los cuadros estuvieron en peligro. Pero el Gobierno de la República y el artista Josep Renau, que era el director general de Bellas Artes, analizaron pros y contras y tomaron su decisión de una manera consensuada.
De hecho, la Asociación Europea de Directores de Museos desaconsejó el traslado por dichos peligros. Pero es que, además de esa preservación, se buscaba llamar la atención del resto de países de Europa para que vieran que en España se había dado un golpe de Estado, y que había patrimonio artístico de la humanidad en juego.
Pese a lo apasionante del episodio, no ha sido demasiado difundido, Al respecto, el autor comenta que «la historia la escriben los vencedores, y lo que se propaga o silencia lo deciden estos. Este episodio se silenció y, en su día, se publicitó mucho más la recuperación de las pinturas cuando el gobierno de Franco las reclamó a la Sociedad de Naciones para que volvieran al Prado».
«Es una historia apasionante, y que, bien contada, puede resultar enriquecedora, entretenida y didáctica sobre cómo ocurrieron los acontecimientos en los años de la Guerra Civil. Todos deberíamos conocer este y otros capítulos de la historia de España», recalca.
Y plantea: «¿Qué hubiera pasado si la guerra la hubiera ganado el bando republicano? Eso es hipotetizar, pero el traslado podría haberse considerado una heroicidad, y que el Gobierno recalara en Valencia durante un año podría haber sido considerado una hábil maniobra de estrategia política y un movimiento intrépido para que la maquinaria del Estado no se detuviera. Pero, como digo, la historia la escriben los vencedores, y esa historia ha silenciado muchas cosas».
En este sentido, ha afirmado que es «lógico que existan personas que deseen saber dónde están enterrados sus antepasados, que deseen averiguar qué fue de ellos». «Y no entiendo cómo hay personas que piensan que eso es remover el pasado. Cada uno de nosotros somos dueños y custodios de nuestro pasado, y recuperarlo y preservarlo es un derecho que tenemos», apostilla.
«MUCHAS HERIDAS POR CERRAR»
Contrata los casos de Alemania, donde «hasta hace muy poco tiempo todavía estaba pagando reparaciones de guerra, ha pedido perdón públicamente sobre hechos de su pasado, y esos gestos cierran heridas», y España, donde «todavía hay muchas heridas por cerrar, y por ello la memoria histórica es un tema de plena actualidad».
Preguntado por el poco conocimiento para el gran público de la importancia que tuvo València durante la Guerra Civil y si hay cierta mirada centralista, el escritor piensa que es más bien «distorsionada». «Distorsionada –insiste– por la trituradora que es la historia y las personas que tienen la capacidad de difundirla».
Recuerda, además, que el Congreso de Escritores Antifascistas es otro hecho olvidado. Al desplazarse el Gobierno a Valencia, la vida social, artística e intelectual también giró su mirada hacia la capital del Turia y València se convirtió en el polo de pensamiento de aquella época, despertando el interés no solo de escritores y pensadores españoles, sino también extranjeros. Hemingway estuvo en València durante ese año, atraído por lo que en dicha ciudad se estaba moviendo.
‘Los Guardianes del Prado’ es una novela que «habla de aquella época, de los acontecimientos que ocurrieron en València, es una novela de ficción, de aventuras, cuyo primer objetivo es emocionar y proporcionar buenos ratos de lectura, pero también de mostrar eventos que ocurrieron en esta ciudad y no son ampliamente conocidos».
El autor desea que cuando los lectores acaben el libro sientan que, «además de vivir una aventura épica, han redescubierto el amor por Velázquez y Las Meninas, se han adentrado en los secretos de la Lonja de la Seda o las Torres de Serranos, y ha sentido en su piel cómo se pudieron sentir unos personajes a los que se les venía encima una guerra».