La familia de Juana Canal, cuyo crimen se juzga en la Audiencia Provincial de Madrid, siempre sospechó de que Jesús Pradales estaba detrás de la desaparición pero la Policía no investigó el caso y les llegó a decir incluso que cómo iba a matar el acusado a alguien con «esa cara de pánfilo» y «de gilipollas».
El jurado popular que enjuicia lo ocurrido en la madrugada del 23 de febrero de 2003 en un piso del distrito de Ciudad Lineal ha vivido esta mañana una jornada dura y emotivo en la que el entorno de Juana ha recordado a la víctima a escasos metros de su homicida.
Conocieron en octubre de 2022, dos décadas después de que se esfumara en extrañas circunstancias, que los restos óseo se habían hallado en un paraje de Navalacruz (Ávila), a dos kilómetros de la finca familiar del acusado. Unos senderistas se toparon el 18 de abril de 2019 con fragmentos de lo que era un cráneo y una tibia pero hasta octubre de 2022 no se confirmó que el perfil genético coincidía con el de la desaparecida en 2003.
Durante las testificales, los allegados de la víctima han desmontado además la versión del procesado, quien se presentó en su declaración como víctima de maltrato enmarcado en los supuestos episodios violentos que protagonizaba Juana por su presunto alcoholismo. Lejos de ese escenario, la familia describe a la fallecida como «muy cariñosa», «soñadora», «frágil», nada violenta y como una persona que era «una enamorada del amor».
La sobrina de la fallecida, con 15 años en el momento del crimen, acudió dos días después al piso de la calle Boldano, donde sucedieron los hechos, y pudo ver cómo estaba la casa de desordenada, con cuchillos tirados en el suelo de la cocina y los cajones tirados.
«Siempre tuvimos en la cabeza que esa noche pasó algo. Era confuso el pensamiento hacia él», ha subrayado a preguntas formuladas por el propio jurado. Además, ha comentado que la Policía les dijo que «cómo con esa cara de pánfilo, Jesús iba a ser capaz de algo». «Nos dijeron que la gente desaparece sin más», ha reprochado.
A la calle Boldano también acudió Sofía, una de las hermanas de la víctima, relatando que cuando ésta desapareció en la vivienda estaban todas sus pertenencias como su móvil y su cartera.
El hijo menor de Juana, con 17 años en el momento de la desaparición, nunca dudó de que Jesús estaba detrás de lo ocurrido. «Vivía en Denia y mi hermano me llamó y me dijo: mama no está, este tío le ha hecho algo. Estuve convencido desde el primer momento que tenía algo que ver», ha dicho, agregando que la Policía les comentó que cómo con esa cara de gilipollas, Jesús «iba a cometer dicho acto».
La Fiscalía de Madrid y la acusación particular solicitan una condena de quince años de cárcel por un delito de homicidio. El fiscal aprecia una agravante de parentesco mientras el abogado de la familia entiende que concurre un agravante de género.