La princesa Mako deja de formar parte de la familia imperial de Japón tras casarse con un plebeyo

María Jiménez

La princesa Mako de Japón ha dejado de formar parte de la familia imperial del país de forma oficial tras contraer matrimonio este martes con Kei Komuro, un compañero de la Universidad que no pertenece a la alta sociedad.

La Casa Imperial de Japón ha presentado este martes la documentación necesaria ante un Gobierno municipal para que la pareja registre su matrimonio, apunta la radiotelevisión japonesa NHK.

La boda no se ha regido por la ceremonia tradicional imperial, reservada a los miembros de la familia, pues con esta unión Mako ha certificado su salida de la alta sociedad japonesa.

Ambos comparecerán ante medio centenar de medios de comunicación a lo largo del día en un hotel de Tokio, aunque a los periodistas se les ha pedido que mandasen sus preguntas por adelantado.

Mako, sobrina mayor del actual emperador Naruhito e hija mayor del príncipe heredero Fumihito, ha culminado al fin con años de tensión sobre el enlace con Komuro.

Uno de los puntos de conflicto se debía a la disputa que rodeaba a la madre de Komuro y a un antiguo prometido suyo en torno a un dinero empleado, en parte, en la educación del joven. Este asunto dominó la prensa sensacionalista japonesa hasta el punto de que provocó el aplazamiento de la fecha inicial de la boda, prevista en un momento para 2018.

En abril, Komuro emitió un comunicado buscando corregir lo que llamó malentendidos entre el público sobre el estado financiero de su madre. Poco después de publicar el comunicado, Komuro se ofreció a hacer un pago al antiguo prometido de su madre en un esfuerzo por resolver la disputa monetaria.

A este asunto se unen las condiciones inherentes de la boda, dado que con el enlace, Mako debería abandonar la Corte Imperial, como así finalmente ha ocurrido.

Si bien la princesa tiene derecho a una importante cantidad de dinero para sufragar su partida –más de un millón de euros–, Mako ha renunciado a esta dote para no despertar la animadversión de la población, en una decisión sin precedentes en la historia de la posguerra de Japón.

Además, a comienzos de octubre, la Oficina de la Casa Imperial emitió un comunicado en el que señaló que a la princesa se le había diagnosticado trastorno de estrés postraumático debido a las repetidas críticas públicas que ha recibido.

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