Las aves de la isla de La Palma empiezan a recuperar poco a poco su comportamiento habitual tras unas primeras semanas de erupción del volcán de Cumbre Vieja en las que parecía «asustadas», se acercaban más a las personas o ni siquiera se las oía por el «estruendo» del volcán.
Así lo expone el biólogo del Cabildo, Félix Medina, quien señala que la corporación, junto al Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del CSIC, está realizando un inventario de toda la biodiversidad afectada por el cráter y las coladas de lava.
En una declaración difundida por el propio Cabildo, ha comentado que la erupción afecta a zonas de pinar, medianías y costa pero son parajes que «ya estaban modificados» por la acción previa del hombre con terrenos de cultivo y zonas urbanas e industriales.
La vegetación más común en la zona de las coladas es el matorral de sustitución, en el que se incluyen tabaibas, retamas o verodes, subrayando que en el caso de las aves, por ejemplo, los cernícalos llegaron a cambiar su patrón de depredación –empezaron a ir a por otras aves– y ahora «han vuelto» a por los reptiles.
Estos, en cambio, son los «más afectados» por la erupción ante su «costumbre» de esconderse de los depredadores debajo de las piedras, lo mismo que las pardelas cenicienta, cuyos pollos iban a nacer próximamente y se han visto afectadas por la colada que llegó al mar en la costa de Tazacorte.