Un estudio realizado en 18 países de renta alta revela sesgos sistemáticos de género en la experiencia del envejecimiento que perpetúan las desigualdades para las mujeres en la tercera edad. En todos los países, las diferencias de género en los factores clave que afectan al envejecimiento saludable favorecen a los hombres en detrimento de las mujeres.
En particular, los hombres mayores tienen muchas más probabilidades de tener seguridad económica, realizar un trabajo remunerado o voluntario y estar menos aislados socialmente que las mujeres en la tercera edad, según publican los autores en la revista ‘The Lancet Healthy Longevity’.
Las estimaciones sugieren que la diferencia global es mayor en los Países Bajos, Austria, Italia y Dinamarca, mientras que las desigualdades de género parecen menos pronunciadas en Finlandia, Irlanda, España y Polonia.
Los autores subrayan la urgente necesidad de combatir los prejuicios y las desigualdades de género en las sociedades que envejecen y ofrecen ideas sobre las mejores políticas y programas para envejecer con éxito.
Las diferencias de género en el envejecimiento de la sociedad favorecen a los hombres en detrimento de las mujeres, lo que sugiere que los hombres disponen de mejores recursos para afrontar los retos del envejecimiento. El análisis es el primero de este tipo que investiga las diferencias de género en la experiencia de envejecimiento de las personas mayores en 18 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El estudio revela que los diferentes roles de género en la sociedad no sólo determinan las oportunidades de vida de mujeres y hombres, sino también su experiencia de envejecimiento. Los hombres están especialmente aventajados en cuanto a ingresos y riqueza, tienen muchas más probabilidades de tener seguridad económica, realizar un trabajo remunerado y pasar menos años con mala salud que las mujeres en la tercera edad.
En todo el mundo, se espera que el número de personas de 65 años o más se duplique con creces en los próximos 30 años, pasando de 703 millones en 2019 a 1.500 millones en 2050.
Aunque la mayoría de los países de la OCDE han logrado la cobertura sanitaria universal, el riesgo desproporcionadamente mayor de discapacidad y mala salud en las mujeres aumenta su probabilidad de necesitar cuidados a largo plazo. Las mujeres también ganan menos y tienen más probabilidades de vivir solas al final de sus vidas.
«Las sociedades que envejecen refuerzan las normas de género imperantes, en las que los hombres siguen teniendo la mayoría de las oportunidades, los recursos y el apoyo social –afirma la autora principal, la doctora Cynthia Chen, de la Universidad Nacional de Singapur–. Con el envejecimiento de la población mundial a un ritmo sin precedentes, y con la previsión de que aumente la proporción de mujeres mayores con respecto a los hombres mayores, es urgente cuestionar los sesgos estructurales y políticos que favorecen a los hombres».
Para abordar esto, los investigadores utilizaron los últimos datos disponibles de la OCDE y el Banco Mundial entre 2015 y 2019 para 18 de los 35 países de la OCDE con datos suficientes, para desarrollar un índice de envejecimiento específico de género para estimar el grado en que una sociedad permite un envejecimiento exitoso para hombres y mujeres.
Los resultados sugieren que las diferencias de género en el envejecimiento de la sociedad favorecen a los hombres por una media de 9 puntos sobre las mujeres.
En general, los países del norte de Europa (es decir, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega), los Países Bajos y Japón obtienen buenos resultados para ambos sexos (puntuación global del índice de 66 o superior para los hombres frente a 55 o superior para las mujeres), mientras que los países de gran parte del este y el sur de Europa se encuentran en la parte baja de la clasificación (por ejemplo, Hungría, Polonia y Eslovenia, puntuación global de 38 o inferior frente a 31 o inferior).
Los resultados globales de Estados Unidos están en la media (puntuación de 55 para los hombres frente a 47 para las mujeres), junto con otras naciones industrializadas de Europa occidental, como el Reino Unido (57 frente a 47) y Alemania (62 frente a 51).
Los países con las mayores diferencias de puntuación entre hombres y mujeres son los Países Bajos (puntuación global del índice 70 para los hombres frente a 55 para las mujeres), Austria (64 frente a 51), Italia (51 frente a 39) y Dinamarca (70 frente a 59). Polonia (puntuación global del índice 32 para los hombres frente a 29 para las mujeres), España (55 frente a 51) e Irlanda (62 frente a 56) presentan la menor diferencia entre hombres y mujeres.
Los resultados revelan que las diferencias entre hombres y mujeres son mayores en lo que respecta a la integración social, incluido el apoyo social y la convivencia con los demás (el ámbito de la cohesión), favoreciendo a los hombres por una media de 21 puntos. Esta disparidad de género se debe a que las mujeres suelen sobrevivir a sus parejas y, por tanto, vivir solas hacia el final de sus vidas, a pesar de estar más conectadas socialmente que los hombres.
Del mismo modo, en los 18 países los hombres tenían más probabilidades de tener niveles más altos de productividad y compromiso y de seguridad financiera y personal que las mujeres, por una media de 10 puntos. En todos los países, los hombres de más edad tenían una tasa media de participación en la fuerza de trabajo un 6% mayor y se jubilaban de media 1,7 años más tarde que las mujeres.
Las diferencias de género en bienestar y equidad revelan una ventaja mucho menor para los hombres, con una media de 1,5 y 3,5 puntos respectivamente. El Reino Unido (puntuación de bienestar de 74 para los hombres frente a 61 para las mujeres) e Italia (73 frente a 64) registraron la mayor diferencia en las puntuaciones de bienestar, con puntuaciones que favorecen a los hombres.
Las mayores diferencias en las puntuaciones de equidad se observaron en Austria (puntuación de equidad 79 para los hombres frente a 63 para las mujeres) y Alemania (77 frente a 67). En todos los países, los hombres tenían una media de un 5% menos de probabilidades de experimentar la pobreza en la edad adulta que las mujeres.
Europa occidental y septentrional (es decir, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos y Bélgica) obtuvieron las mejores puntuaciones en materia de equidad para ambos sexos, lo que refleja un fuerte apoyo al bienestar, mientras que Estados Unidos y el Reino Unido obtuvieron peores resultados, lo que indica una creciente desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza en estos países.
Los autores proponen cuatro medidas para ayudar a abordar los prejuicios y la desigualdad de género en el envejecimiento de la sociedad, entre las que se incluyen la evaluación de los requisitos de ingresos mínimos para una vida saludable en las personas mayores y las pensiones mínimas y los estándares de ingresos para eliminar las barreras a la atención sanitaria.
También recomiendan abordar el aislamiento social de los adultos mayores para mejorar el bienestar emocional y mental, e introducir políticas nacionales para hacer frente a la menor posición económica de las mujeres mayores (por ejemplo, aumentando las prestaciones de las pensiones y ofreciendo incentivos fiscales a los trabajadores mayores y a sus empleadores).
Por último, sugieren que las sociedades deberían adaptar las políticas a las diferentes experiencias de género para mejorar el bienestar de la sociedad y reducir las ineficiencias del mercado laboral (por ejemplo, adoptando horarios flexibles para facilitar el trabajo de las mujeres).