El FC Barcelona ha ganado este martes al Nápoles (3-1) en el Estadi Olímpic Lluís Companys, en el partido de vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones, y ha logrado así el pase a los cuartos de la ‘Champions’, tras tres años de ausencia, con un partido muy serio en el que supo sufrir en algunos momentos para, en muchos otros, disfrutar y convencerse de que pueden volver a la élite continental.
Salió a morder el Barça y tuvo varias ocasiones de inicio que, a diferencia de otros partidos, se convirtieron en dos goles. El Barça se pareció algo más a aquel que años atrás maravilló y, salvando las distancias y sabiendo que todavía no están donde deberían estar, lograron aguantar el envite napolitano –que estuvo cerca de empatar– y volver a tomar las riendas del partido y del cruce para meterse en cuartos de final.
Continúa soñando el Barça con lograr una ‘Champions’ en esta época de penurias económicas y de sufrimiento por fichar e inscribir jugadores. Estar en cuartos ya da más holgura económica al club, pero lo cierto es que ese sueño se gana en el césped y, esta noche, el equipo de Xavi Hernández cumplió con lo que se le pedía y con creces. Un 3-1 para seguir creciendo, para creer, para esperar que el sorteo del viernes sea benevolente.
Con un Fermín López titular y tirando del carro en la primera parte, con un Pau Cubarsí brutal todo el partido –pese a que cometió un penalti no pitado– a nivel defensivo y en salida del balón, con Raphinha enchufadísimo y un Gündogan de menos a más, el Barça disfrutó. Y lo hizo con el gol final de Robert Lewandowski que alejó los fantasmas de la Muntanya Màgica.
Fermín y Cancelo, en el minuto 15 y 17, pusieron fáciles las cosas. El centrocampista canterano avisó con un tiro desviado, de cierto peligro, antes de lograr abrir el marcador con un tiro raso, cruzado, a pase de Raphinha que fue imposible para Meret. Y el meta italiano tampoco pudo hacer nada cuando, después de que Raphinha enviara un balón al palo, Cancelo recogió el rechace para marcar a puerta vacía. Grandes augurios que, pese a ir por un camino sinuoso, se cumplieron.
El Nápoles, que empató a la media hora de juego, se encargó de volver a complicar las cosas. Pero esta vez los cambios de Xavi, el tener la cabeza fría y el saber sufrir para volver a controlar permitió al equipo ‘culer’ revivir no unas pesadillas recientes en ‘Champions’ sino las noches de las remontadas y las victorias épicas. Y Sergi Roberto, héroe ante el PSG en aquel 6-1 del Camp Nou, esta vez también se puso la capa para asistir a ‘Lewangol’, que recogió el regalo.
Hubo lagunas. De hecho, en el minuto 60 de partido, tras un mal arranque de segunda parte por parte blaugrana y dos sustos grandes en forma de tiro muy peligroso de Khvicha Kvaratskhelia y de posible penalti de Pau Cubarsí, Xavi Hernández optó por mover piezas, sin tocar mucho el esquema. Pero las entradas de Oriol Romeu y Sergi Roberto por Andreas Christensen, amonestado, y un agotado Fermín permitieron a Gündogan subir a la mediapunta.
La sangría ofensiva del Nápoles se detuvo con estos cambios. Y el Barça, recuperando un poco el balón, tuvo alguna que otra acción. No de mucho peligro, pero sí lo suficiente para calmar a los napolitanos, coger aire e intentar creer de nuevo en que, con balón y siendo ofensivos, estaban más cerca de los cuartos de final que no quédandose atrás arropando a Ter Stegen.
Y Gündogan volvió a demostrar que es más peligroso y efectivo cuando juega más cerca de las posiciones de ataque. Esta vez envió un balón entre líneas al capitán Sergi Roberto y éste, que hizo un partidazo en lo poco que estuvo en el campo después de no jugar desde mediados de enero, se la dejó en bandeja a Robert Lewandowski para que el ‘killer’ polaco hiciera lo que mejor sabe hacer; perforar la red rival.
Un gol que sentenció el partido y la eliminatoria. Un gol que dio alas al Barça y hundió a la numerosa afición napolitana, que vio a su equipo estar cerca de empatar en alguna jugada aislada y que, tras el 3-1, también vio un tiro al larguero que aún podría haber hecho cambiar las cosas. Pero no fue así, y el Barça también pudo ampliar más todavía el marcador, que ya no se movió.
El Barça necesitaba, y así lo pidió Xavi en la previa, una noche mágica en Montjuïc y el Barça la vivió. Creyó en sí mismo, tuvo momentos eléctricos y de presión alta inmaculada, con acierto ofensivo, y supo también sufrir para ir a cuartos cuatro años después. El Barça está de nuevo entre los ocho mejores de Europa tras comerse, muy a gusto, una ‘Margherita’ en Montjuïc.