La llegada del covid hizo que la dinámica educativa de los niños cambiara radicalmente, ya que tuvieron que pasar de un aula de clases a ser educados desde casa con todos los problemas que ello conlleva.
No tener buena conectividad, sus dinámicas familiares y estar en etapas tan importantes de crecimiento trajo muchos retos en la pedagogía de esta generación.
Por esa razón, hay que tener varias consideraciones dependiendo de la edad de los niños para integrarlos nuevamente a la sociedad de forma correcta. Susana Ortego, la directora educativa de la escuela infantil privada Brains Nursery, comparte en una entrevista realizada con motivo de la IV Edición ACADE EDUFÓRUM varias observaciones para las familias y para que su tejido como hogar se mantenga estable.
Las dificultades de 0 a 3 años
Las personas que tienen hijos de esta edad se estrenaron en la paternidad y la maternidad en pleno confinamiento. De una experiencia muchas veces idealizada y en la que se espera contar con el apoyo y la ayuda de familias y amigos, tuvieron que pasar a una realidad de crianza en solitario y experimentando sentimientos como el miedo y la ansiedad.
En este contexto, la escolaridad del recién nacido en la etapa infantil fue un momento muy deseado por los padres y madres, quienes conscientes de la dureza del aislamiento social deseaban un entorno para sus hijos donde pudieran mantener relaciones sociales con otros menores de su misma edad y con otros adultos que son especialistas en su atención durante esta etapa.
Para estas familias, actualmente la escuela es vista como un lugar seguro tanto para sus hijos como para ellos, ya que esta les proporciona una red social necesaria para desarrollarse y crecer de forma sana. Pasar por esta complicada situación, también ha hecho que, ahora más que nunca, las familias sean conscientes de la gran importancia que tiene la escuela infantil para sus hijos y para ellos en las primeras edades.
De los 3 a los 6 años implica un gran salto
El aislamiento en los menores de 3 a 6 años tuvo consecuencias negativas tanto en su salud física como en la mental. En lo que respecta a lo primero, este periodo se caracterizó por la falta de actividades al aire libre, la disminución de la actividad física, el aumento de tiempo frente a las pantallas, la alteración de los patrones de sueño y el hábito a dietas menos saludables. En el aspecto mental, la frustración, el aburrimiento y una mayor irritabilidad y dificultades para atender y concentrarse son algunos de los síntomas que diagnosticaron los padres y madres en sus hijos e hijas.
Además, las dificultades parentales, relacionadas con el alto estrés y la falta de apoyo, hicieron que los progenitores no respondieran a las necesidades infantiles de contacto y cercanía de forma adecuada. A partir del propio malestar de los adultos, también se ha observado una tendencia en la que se percibía de forma más negativa el comportamiento de los hijos/as.
Ante el dolor, sufrimiento e inestabilidad a los que se han tenido que enfrentar los adultos, algunos padres han acabado sobreprotegiendo en gran medida a sus hijos pequeños, proyectando en estos un mundo feliz y dónde no hay lugar para el sufrimiento y para otras emociones negativas.
La directora educativa de la escuela infantil privada Brains Nursery, Susana Ortego, también pone de relevancia el papel del teletrabajo en todo esto. Mientras que para los padres y madres ha sido una buena herramienta para la conciliación de la vida personal y la profesional y para satisfacer el deseo de protección, cercanía y sensación de control, para algunos niños y niñas se ha observado que ha supuesto una dificultad a la hora de establecer rutinas adecuadas, favorecer el movimiento, etc.