Los humanos del Pleistoceno criaban polluelos de casuario

Redacción

Los humanos de Nueva Guinea del Pleistoceno tardío, hace 18.000 años, podrían haber recogido huevos de casuario cerca de su madurez y luego criar a las aves hasta la edad adulta, según un equipo internacional de científicos, que utilizó cáscaras de huevo para determinar la etapa de desarrollo de los embriones cuando los huevos se rompieron, según una investigación publicada en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’.

«Este comportamiento que estamos viendo es anterior en miles de años a la domesticación de la gallina –relata Kristina Douglass, profesora adjunta de antropología y estudios africanos de la Universidad Estatal de Pensilvania (Penn State), en Estados Unidos–. Y no se trata de un ave pequeña, sino de un ave enorme, intratable y no voladora que puede destriparte. Lo más probable es que sea la variedad enana que pesa 20 kilos».

Los investigadores, procedentes de Estados Unidos, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Reino Unido, informan de que «los datos presentados aquí pueden representar el primer indicio de gestión humana de la cría de un taxón aviar en cualquier parte del mundo, precediendo en varios milenios a la domesticación temprana de pollos y gansos».

Los casuarios no son pollos, de hecho se parecen más a los velociraptores que a la mayoría de las aves domesticadas. «Sin embargo, los polluelos de casuario se apegan fácilmente a los humanos y son fáciles de mantener y criar hasta el tamaño adulto», informan los investigadores. El vínculo se produce cuando un ave recién nacida decide que lo primero que ve es su madre. Si esa primera mirada coincide con la de un humano, el pájaro lo seguirá a cualquier parte.

Según los investigadores, los polluelos de casuario siguen siendo objeto de comercio en Nueva Guinea.

Las cáscaras de huevo forman parte del conjunto de muchos yacimientos arqueológicos, pero, según Douglass, los arqueólogos no suelen estudiarlas. Los investigadores desarrollaron un nuevo método para determinar la edad de un embrión de pollito cuando se recogió un huevo, del que informaron en un número reciente del ‘Journal of Archaeological Science’.

«Llevo muchos años trabajando con cáscaras de huevo de yacimientos arqueológicos –explica Douglass–. Descubrí una investigación sobre cáscaras de huevo de pavo que mostraba cambios en las cáscaras de huevo a lo largo del desarrollo que eran una indicación de la edad. Decidí que éste sería un enfoque útil».

La asignación de la edad de los embriones/pollitos depende de las características tridimensionales del interior de la cáscara. Para desarrollar el método necesario para determinar la edad de desarrollo de los huevos cuando se rompen las cáscaras, los investigadores utilizaron huevos de avestruz procedentes de un estudio realizado para mejorar la reproducción del avestruz.

Los investigadores de la Granja de Investigación de Oudtshoorn, perteneciente al Gobierno del Cabo Occidental de Sudáfrica, recogieron tres huevos cada día de incubación durante 42 días para su estudio y proporcionaron a Douglass y su equipo muestras de 126 huevos de avestruz.

Tomaron cuatro muestras de cada uno de estos huevos para un total de 504 muestras de cáscara, cada una con una edad específica. Crearon imágenes en 3D de alta resolución de las muestras de cáscara. Al inspeccionar el interior de estos huevos, los investigadores crearon una evaluación estadística del aspecto de los huevos durante las etapas de incubación. A continuación, probaron su modelo con huevos modernos de avestruz y emú de edad conocida.

El interior de las cáscaras de los huevos cambia a lo largo del desarrollo porque los polluelos en desarrollo obtienen el calcio de la cáscara. Las fosas comienzan a aparecer a mediados del desarrollo. «Depende del tiempo, pero es un poco más complicado –explica Douglass–. Utilizamos una combinación de imágenes en 3D, modelado y descripciones morfológicas».

A continuación, recurrieron a las colecciones de conchas heredadas de dos yacimientos de Nueva Guinea: Yuku y Kiowa. Aplicaron su enfoque a más de 1.000 fragmentos de estos huevos de entre 18.000 y 6.000 años de antigüedad.

«Lo que descubrimos fue que una gran mayoría de las cáscaras de huevo se recogieron en etapas tardías –desvela Douglass-. Las cáscaras de los huevos parecen muy tardías; el patrón no es aleatorio. O bien estaban comiendo baluts o están incubando polluelos». Un balut es un pollito embrionario casi desarrollado que suele hervirse y comerse como comida callejera en algunas partes de Asia.

Los arqueólogos originales no encontraron ningún indicio de que los casuarios estuvieran en un corral. Los pocos huesos de casuario encontrados en los yacimientos son sólo los de las partes carnosas -pata y muslo-, lo que sugiere que se trataba de aves cazadas, procesadas en la naturaleza y que sólo se llevaban a casa las partes más carnosas.

«También observamos la quema de las cáscaras de los huevos –prosigue Douglass–. Hay suficientes muestras de cáscaras de huevo en fase tardía que no muestran quemaduras, por lo que podemos decir que las incubaron y no se las comieron».

Para incubar y criar con éxito a los polluelos de casuario, la gente tendría que saber dónde estaban los nidos, saber cuándo se ponían los huevos y sacarlos del nido justo antes de la eclosión. Según Douglass, a finales del Pleistoceno, los humanos recogían estos huevos a propósito y este estudio sugiere que la gente no se limitaba a recoger los huevos para comer su contenido.

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