Los niños de todo el mundo han sufrido de media seis meses de confinamiento desde el inicio de la pandemia de la Covid-19, lo que acrecienta la preocupación por el aumento de los niveles de depresión, ansiedad, soledad e incluso autolesiones.
Así se explica en un nuevo análisis realizado por Save the Children a partir de datos del Oxford Covid-19 Government ResponseTracker y difundido este viernes con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebrará este domingo.
El estudio indica que los niños de todo el mundo han vivido de media seis meses (184 días) de confinamientos obligatorios y recomendados por las autoridades para frenar la expansión del coronavirus.
La infancia en Venezuela ha sido la que ha vivido más tiempo confinada, con cierres intermitentes de más de 16 meses (491 días), seguida de la de Líbano, con casi 14 meses (418 días). En Zimbabue, los menores han estado confinados casi nueve meses (266 días) durante este año.
La infancia y la adolescencia de casi todos los países ha sufrido algún tipo de confinamiento durante la pandemia de Covid-19. En los países de ingresos altos, como Canadá, algunos niños, niñas y adolescentes han permanecido encerrados durante un total de 13 meses (402 días).
Aunque los países con ingresos altos tienen un mejor acceso a servicios de salud mental, la infancia de estas naciones también puede experimentar alteraciones en sus ciclos de sueño, rutinas de juego, interacciones sociales, educación online, así como un mayor riesgo de sufrir daños en el entorno online. Todos estos factores pueden poner en riesgo su salud mental.
En Europa, los cierres han mantenido a los menores en casa durante una media de nueve meses. En Nepal, los niños han permanecido en el hogar hasta 12 meses desde que comenzó la pandemia. Y en la India, la infancia ha pasado al menos 100 días en casa.
“EFECTO DEVASTADOR”
Save the Children advierte de que estos confinamientos prolongados están teniendo “un efecto devastador” en la salud mental de los niños en todo el mundo e insta a todos los Gobiernos a incluir en sus sistemas nacionales de salud servicios de apoyo psicosocial y de salud mental para la infancia y la adolescencia.
La última encuesta realizada por Save the Children España, en marzo de este año y en la que participaron casi 1.300 familias vulnerables a las que la organización apoya en diferentes comunidades autónomas, señalaba que más de la mitad de los niños habían sufrido cambios negativos en su estado emocional, con el desarrollo de estrés o ansiedad. Para ofrecer apoyo emocional a niños, niñas y adolescentes, la organización cuenta con una línea telefónica de ayuda que ha atendido en el último año casi 700 consultas.
Los niños y niñas que sufren confinamientos prolongados corren un mayor riesgo de sufrir angustia emocional, soledad y abusos, y se enfrentan a la falta de acceso a servicios adecuados de salud mental. En algunos casos, el estrés prolongado, la incertidumbre y el aislamiento social también pueden provocar ansiedad, agresividad, comportamiento retraído o incluso depresión y autolesiones, según Save the Children.
«Se está produciendo una crisis mundial de salud mental y para algunos niños y niñas sus efectos pueden ser catastróficos. La infancia en situación de pobreza o de vulnerabilidad tiene mayor riesgo de sufrir las consecuencias perjudiciales de los confinamientos de larga duración”, señaló Marie Dahl, jefa de la Unidad de Salud Mental y Apoyo Psicosocial de Save the Children.
SENTIMIENTOS NEGATIVOS
En el ámbito internacional, otra encuesta realizada por la organización en septiembre de 2020 entre más de 13.000 niños y niñas de 46 países reveló que el 83% mostraron un aumento de los sentimientos negativos debido a la pandemia, con una incidencia mucho mayor para la gran mayoría de la infancia (96%) con motivo del cierre de las escuelas entre 17 y 19 semanas.
Desde entonces, la situación de muchos niños y niñas ha empeorado, ya que los países han luchado contra la tercera o cuarta ola del virus, los confinamientos han continuado y las escuelas en algunos países han estado cerradas durante más de 18 meses.
«La privación de estímulos sociales puede afectar gravemente a la salud mental y al desarrollo de la infancia. Aunque los confinamientos son necesarios para frenar la propagación del Covid-19, el aislamiento social puede provocar sentimientos de desesperanza, ansiedad y depresión entre los niños y niñas. La falta de respuesta a esta crisis de salud mental podría tener implicaciones para ellos a largo plazo en su bienestar, desarrollo y mala salud en general, incluso después de que se levanten las restricciones», apunta Dahl.