Manos Unidas ha denunciado este viernes el desperdicio de toneladas de comida que se producen en todo el mundo «mientras el número de personas que pasan hambre sigue en aumento».
Con motivo del Día Mundial de la Alimentación, que se celebra este 16 de octubre, la ONG advierte de que es «un fracaso para la humanidad» que 735 millones de personas sufran hambre en el mundo, según el último informe ‘El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo’. Esta cifra representa un incremento de 122 millones de personas en comparación con 2019, antes de la pandemia.
De la misma manera, la ONG indica que, a pesar de que la crisis causada por la COVID-19 parece haber quedado atrás, los problemas relacionados con la inseguridad alimentaria y la nutrición persisten. «Las consecuencias no solo agudizan el hambre, sino que repercuten, lógicamente, en el aumento de las personas pobres y enfermas», afirma.
En este sentido, asegura que el fortalecimiento de la agricultura familiar sostenible, la defensa de los derechos humanos y el cambio de estilos de vida y consumo son los ejes estratégicos identificados por la ONG para luchar contra el hambre y la pobreza. Por el contrario, avisa de que el cambio climático, los conflictos armados y la inestabilidad económica son varias de las causas que alejan a las personas más vulnerables de la seguridad alimentaria y el derecho a la alimentación.
«Desde hace décadas sabemos que el sufrimiento de tantas personas no se debe a la escasez de recursos ni a causas naturales, sino a estructuras injustas y relaciones que están basadas en la desigualdad», ha señalado el coordinador del departamento de Estudios de Manos Unidas, Fidèle Podga.
Del mismo modo, Podga agrega que los factores de fondo son muy diversos y están interconectados. «La inequidad en el acceso a los bienes, el consumismo de los más ricos, los intercambios comerciales injustos, las consecuencias del cambio climático, el acaparamiento de tierras con fines extractivos y agroindustriales, la especulación con el precio de los alimentos, un sistema alimentario que no está diseñado para satisfacer las necesidades de la gente, las guerras y conflictos interesados y, en definitiva, la explotación de unas personas por otras y de unos países por otros», ha añadido.
Respecto al cambio climático, el coordinador también destaca su impacto sobre la seguridad alimentaria es «innegable», pero, que «aunque este afecta a todos, no todos los seres humanos sufren el hambre por igual». «Creo que, en cuestión de hambre, más que de cambio climático debemos hablar de justicia climática», precisa.
ÁFRICA, LA REGIÓN MÁS AFECTADA
Manos Unidas también indica que África sigue siendo la región más afectada por el hambre, con una de cada cinco personas enfrentando la inseguridad alimentaria, lo que representa más del doble del promedio mundial.
Según explica, el trabajo de Manos Unidas, en esa y otras regiones del planeta, se centra en impulsar proyectos de cooperación al desarrollo que promueven la producción y el consumo de alimentos sostenibles y en combatir el desperdicio de alimentos. Además, la organización financia y apoya proyectos de agroecología con el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria y mejorar los medios de vida de las poblaciones vulnerables.
En los últimos cinco años, la ONG ha destinado casi 48 millones de euros a 525 proyectos de Alimentación y Medios de vida en los que se incluyen: Agricultura, Ganadería, Silvicultura, Pesca, Transformación y Comercialización, Economía Social, Emprendimientos, Infraestructuras Productivas de agua y Organización e Incidencia Comunitaria.
En Mzimba, Malaui, comunidades campesinas golpeadas por el hambre, las sequías y los desastres naturales, la ONG se esfuerza por garantizar su alimentación «en un contexto difícil que se agrava cada año». Tal y como informa la organización, se trata de un medio rural «muy pobre», donde la población se dedica a la agricultura de subsistencia o a la pesca en el cercano lago Malaui.
«La agricultura es muy estacional y depende de un clima cada vez más difícil y de un pequeño comercio de trueque en el que el valor de cambio es un saco de maíz. Lo ‘normal’ en esta zona es hacer una comida al día a base de una papilla de harina de maíz», asegura, por su parte, la responsable de proyectos de Manos Unidas en Malaui, Beatriz Hernáez.
En este proyecto, Manos Unidas hace las cocinas, la ONG escocesa Mary’s Meal da los ingredientes para la papilla nutritiva y la diócesis de Lilongüe se encarga de la gestión del programa. «Los padres se ocupan de cocinarla. Además de mejorar la nutrición y la seguridad alimentaria de los más de 21.000 niños que acuden a estas 30 escuelas, mejora el rendimiento escolar y la asistencia a clase», concluye Hernáez.