El actor argentino Nahuel Pérez protagoniza la película ‘Un año, una noche’, dirigida por el director Isaki Lacuesta, en la que se revive el atentado terrorista en la Sala Bataclan (París) en 2015, y ha clamado contra la violencia del siglo XXI, con episodios como este, la guerra de Ucrania o la guerra de Yemen.
«La humanidad es una industria de violencia y de guerra, en la que se mueve mucho dinero. Destruir, reconstruir, invadir, saquear, por eso ocurren este tipo de situaciones. Las personas somos muy parásitos», ha señalado el actor, en declaraciones a Europa Press.
En este sentido, Isaki Lacuesta coincide con el actor al afirmar que la violencia «es la historia de la humanidad» y lamenta que la sociedad «no haya mejorado, a pesar de creerlo».
La cinta se basa en el libro ‘Paz, amor y death metal’, escrito por Ramón González en 2018 para reflexionar sobre su experiencia y la de su pareja como supervivientes del atentado y ahora se ha trasladado a la gran pantalla, que se podrá ver en cines a partir del próximo viernes 21 de octubre.
«Al conocer de cerca los testimonios de Ramón y su pareja me di cuenta que merecía la pena hacer la película. Si bien es cierto, que al principio, me parecía mucha responsabilidad tocar un tema tan reciente y que afectaba a muchas personas pero al ser una historia de ellos me sentí legitimado y seguro», ha explicado Lacuesta a Europa Press.
El cineasta ha manifestado que el mensaje que quiere trasladar con ‘Un año, una noche’ es «vivir sin especular y haciendo lo que se quiera» aunque matiza «que es muy difícil llevarlo a cabo». En relación con el atentado de Bataclan, el director ha puntualizado que la película aborda una visión poco conocida.
«Es un atentado que todos creemos que conocemos pero al final no sabemos nada. Además, olvidamos muy rápido las cosas y lo que se sabe es una historia muy pequeña. Ahora con la película se sabe qué ocurre después de una situación así a las personas», ha sostenido.
Nahuel Pérez encarna a Ramón González, quien pudo ver la cara de los terroristas y sentir el miedo de muchas personas, y durante la cinta se revive con detalle los momentos previos a la llegada de la policía a la Sala Bataclan. «Yo estaba tirado en el suelo con 100 personas y con sonidos de tiros y en una situación así, aunque sea ficción, hay que ser muy insensible para no conmoverte», ha expresado el actor.
Por otro lado, el director ha criticado que el mundo de la política «siempre» banalice la violencia, algo que ha calificado de «patético y vergonzoso». «Me cuesta pensar en un caso en el que no hayan utilizado la violencia para casos partidistas. Hablan de las víctimas como si fueran un colectivo y no como personas», ha lamentado.
En el caso concreto de Francia, Nahuel Pérez, que ha pasado largas temporadas en el país, ha señalado que se ha legitimado la represión policial «a un nivel obsceno» y ha asegurado que el derecho a manifestación «casi no existe, es una mentira».
«El nivel de represión y violencia de los policías armados parece ciencia ficción. No puedes estar ni dos minutos parado en una manifestación con cánticos sin peligro porque la policía viene por todas las esquinas y tiran gases lacrimógenos por todos lados, tiran pelotas y dejan a la gente sin ojos. Los políticos se llenan la boca hablando de democracia y de derechos de la sociedad», ha sentenciado.
La película sobrevuela el posible racismo que se pueden generar en estas situaciones, y en concreto en Francia, al conocer cómo viven los menores no acompañados durante los atentados. «Cuando íbamos a los centros de menores, la mayoría tenían nombres de origen árabe y comprobamos que reciben una mirada muy cruel que hace difícil que se sientan integrados», ha confesado Lacuesta.
Asimismo, ha añadido que, tras conocer los testimonios de muchas personas que vivieron los asesinatos en la Sala Bataclan, las víctimas confiesan sentir miedo por ser racistas y a entrar en un bar. «El racismo es un monstruo que todos tenemos dentro y no lo sabemos. No queremos reconocer que hay esa parte odiosa», ha afirmado.
Sin embargo, aclara que no es la fórmula a seguir y que para ello se debe «pasar el mayor tiempo posible con gente diversa, ya sea de raza, religión o forma de actuar».