La lactosa es el principal carbohidrato presente en todos los tipos de leche, incluida la leche materna. Es un disacárido, compuesto por glucosa y galactosa. Está de moda dejar de tomar productos lácteos con lactosa porque se piensa que ésta puede sentarnos mal por lo que fuere, y además hacerlo sin contar con el respaldo de un profesional sanitario. ¿Hasta qué punto es aconsejable dejar de hacerlo?
Entrevistamos en Infosalus a la doctora Paula Arbáizar Rodríguez, que es médico especialista en aparato digestivo y coordinadora de la Unidad Patología Digestiva en el Hospital Universitario HLA el Ángel de Málaga, quien recuerda que la prevalencia más alta de intolerancia a la lactosa en países desarrollados se encuentra en el sur de Europa, y en el caso concreto de España, se estima que se sitúa entre un 13% y 36%; insistiendo en la importancia de no dejar de tomar productos con lactosa de no haber un diagnóstico de por medio por los beneficios que aporta ésta.
«Los productos lácteos aportan azúcar y son una fuente de vitaminas, de minerales, de grasa, y de proteínas de alto valor biológico. Por todo esto, su retirada, especialmente en etapas de crecimiento, supone un déficit de los macronutrientes y micronutrientes necesarios para el correcto desarrollo de los tejidos, o de los huesos, por ejemplo», argumenta esta experta.
Por eso, tal y como incide, se desaconseja suprimir la leche de la dieta si no existe una intolerancia diagnosticada, ya que, además, se va a producir un déficit de galactosa, que es un monosacárido que participa en multitud de funciones del organismo, que contribuyen al correcto funcionamiento de sistema nervioso, inmunológico, y a la producción de células sanguíneas entre otros. «Además de producir un déficit de la enzima que la digiere, la lactasa, que a la larga puede acarrear un deterioro de la función de la misma», vaticina esta doctora.
UNA FUENTE DE ENERGÍA MUY VALIOSA
Con ello, recuerda la coordinadora de la Unidad Patología Digestiva en el Hospital Universitario HLA el Ángel de Málaga, la lactosa está formada por glucosa y galactosa, dos azúcares simples que el cuerpo utiliza directamente como fuente de energía.
«Además, la lactosa podría influir en la absorción de minerales como el cobre, el zinc, y sobre todo el calcio, que es necesario para el normal crecimiento y desarrollo de los huesos, y para mantener una adecuada densidad y masa ósea», mantiene esta especialista.
Por eso, incide en que los pacientes con intolerancia a la lactosa consumen menos calcio y están en mayor riesgo de presentar fracturas y osteoporosis. «Además, favorece el crecimiento de bifidobacterias en el intestino que pueden contribuir a frenar a lo largo de la vida el deterioro de ciertas funciones inmunitarias asociadas con el envejecimiento», advierte la doctora Arbáizar.
Por otro lado, señala esta digestóloga que la galactosa desempeña varias funciones biológicas, a la par que participa en los procesos inmunitarios y neuronales, formando parte de varias macromoléculas que son constituyentes importantes de la membrana de las células nerviosas y de los glóbulos rojos sanguíneos.
CUANDO SÍ DEJAR DE CONSUMIR LACTOSA
Con todo ello, la coordinadora de la Unidad Patología Digestiva en el Hospital Universitario HLA el Ángel de Málaga recomienda dejar únicamente la lactosa cuando haya una intolerancia a la misma, que no malabsorción de lactosa, y que esté diagnosticada. «Es decir, cuando no sólo exista un déficit de la enzima lactasa, si no que ese déficit provoque síntomas en el paciente: dolor abdominal, borborigmo (ruido de tripas), o diarrea», añade.
Aquí recuerda que entre los principales síntomas de intolerancia a la lactosa se encontraría que al tomarla ésta no se digiera correctamente en el intestino delgado y se fermente en el colon produciendo los síntomas típicos, que son dolor y distensión abdominal, borborigmo, urgencia defecatoria, diarrea, heces ácidas, o meteorismo, entre otros.
EL DIAGNÓSTICO DE INTOLERANCIA A LA LACTOSA
La percepción subjetiva de intolerancia a la lactosa no es el método diagnóstico, tal y como recalca esta experta, y mantiene que, ante la percepción, hay que hacer un buen diagnóstico con un test de hidrógeno espirado: «Esta prueba consiste en administrar vía oral una solución de lactosa y recolectar el aire espirado a distintos tiempos para determinar así la cantidad de hidrógeno y de metano exhalado a través del aliento. Este es el método más utilizado, pero existen otro como la determinación de gasiloxa en orina».
En el caso de que efectivamente sí exista una intolerancia a la lactosa, esta especialista en Aparato Digestivo de HLA afirma que, si no se tienen síntomas, no es necesario seguir ningún tratamiento; si bien en el caso de que sí se dieran síntomas habría que ajustar la ingesta de leche y de sus derivados hasta cantidades que no provoquen síntomas. «La finalidad del tratamiento es disminuir la llegada de lactosa no digerida al colon», precisa la doctora Arbáizar Rodríguez.
En la actualidad se recomienda la reducción de la ingesta de lactosa, más que una dieta restrictiva, ya que la mayoría de los pacientes con intolerancia pueden tolerar unos 12 gramos de lactosa sin experimentar clínica, sostiene. «Además, se precisa consumir suplementos o alimentos ricos en calcio como sardinas, salmón, gambas, espinacas, tofu, judías, brócoli y exponerse al sol para favorecer la absorción de vitamina D», remarca la experta.
Otra opción es usar suplementos con lactasa como adyuvantes a la dieta sin lactosa, tal y como prosigue, ya que pueden mejorar la digestión y reducir la sintomatología. «Son enzimas sustitutivas que contienen B-galactosidasas de origen bacteriano o fúngico. No debe sustituirse por la dieta sin lactosa, y se recomienda su uso ocasional antes de ingerir alimentos con lactosa», apostilla la coordinadora de la Unidad Patología Digestiva en el Hospital Universitario HLA el Ángel de Málaga.