El bailaor Rafael Amargo ha aseverado en el juicio en el que se le juzga por presunto tráfico de drogas que no tiene necesidad, «gracias a dios por su matrimonio, sus padres y sus amigos», de dedicarse «a otra cosa que no sean las artes escénicas», recordando que ha sido «bandera y baluarte en España» del flamenco y comparándose con Lola Flores por su «generosidad».
«Llevo tres años y medio callado y estoy contento por estar con ustedes. Voy que decir la verdad y toda la verdad de este delito provocado», ha señalado nada más darle el turno de palabra el presidente del tribunal, quien le ha llegado a llamar la atención por faltar el respeto a la fiscal. «Me han destrozado la carrera», ha lamentado el bailaor, quien ha reconocido que estuvo a punto de quitarse la vida.
El juicio quedará hoy visto para sentencia con la última palabra de los acusados y los informes de conclusiones finales. Rafael se enfrenta a nueve años de cárcel por un delito contra la salud pública de notoria importancia. Su productor Eduardo de Santos afronta la misma petición de pena. Ambos cumplen prisión preventiva desde el pasado mes de diciembre por quebrantar las medidas cautelares.
Las intervenciones telefónicas son la principal prueba de cargo que tiene la fiscal para sustentar su acusación. Los abogados de Amargo han intentado impugnar estas escuchas, un extremo sobre el que se pronunciará el tribunal en la sentencia.
Los investigadores y la Fiscalía de Madrid sostienen que Rafael Amargo y Eduardo realizaban «compras conjuntas» destinadas a financiar la obra de ‘Yerma’, antes de cuyo estreno en el Teatro La Latina fue detenido el artista.
En su declaración, el abogado Marcos García Montes ha preguntado a su cliente si en abril de 2020 se dedicaba a distribuir droga, a lo que el artista ha contestado que es «totalmente incierto». «Puedo demostrar que incluso hay días en los que no estaba en Madrid», ha subrayado.
«Yo lo único que hago es regalar mi arte y mi generosidad en mi casa abriendo las puertas a todo el mundo, como Lola Flores», ha espetado cargando contra la Policía y la fiscal del caso, a quienes acusa de «mentir» y de ir contra él sin pruebas.
Tras ello, ha reprochado a la Policía la forma en la que se produjo su detención, en la calle Barceló, delante de la casa de la jefa de prensa de Joaquín Cortes dejándole semidesnudo. «No podía ser más teatral. Los policías me tenían ganas», ha denunciado.
«He perdido una propuesta en Bollywood para trabajar y la estrategia era que pactara –con la fiscal– y me declarase narcotraficante. No les voy a dar el gusto. Me preguntaron al detenerme que quienes eran los grandes y yo les dije que los grandes que conozco son Paco de Lucía, Ortega y Gasset…», ha señalado bromeando.
«Pido que me dejen ser el ser humano que soy porque el karma vuelve. No soy malo. El karma lo va a pagar porque yo soy cristiano», ha aseverado. «Pido perdón porque estoy en la cárcel porque me metí yo», ha dicho en relación a su decisión de no firmar ante el juez.
«ACOPIO DE DROGA» EN EL CONFINAMIENTO
En su turno, Eduardo de Santos ha tachado de «barbaridad» que se afirme que la obra teatral ‘Yerma’ se financiara con el supuesto tráfico de droga, aseverando que la Policía Nacional y la Fiscalía «mienten» en sus acusaciones.
A la pregunta de si ha comprado droga junto a Rafael, ha contestado que «jamás». «Éramos drogadictos. Hablábamos de drogas y de la obra Yerma. De qué vamos a hablar», ha espetado.
Además, ha reconocido que en el confinamiento hizo acopio de todo, incluido droga para poder abastecerse para consumo propio. Tras ello, ha recalcado que los estupefacientes estaban a la vista porque eran «consumidores», ya que consumían entre dos y tres gramos al día.
En el registro de su piso de la calle Alcalá, los agentes hallaron un bote con metanfetamina, con un peso neto de 4,466 gramos y una pureza del 76,4%; una bolsita conteniendo sustancia que resultó positivo a ketamina, con un 50,4% de pureza; y MDMA con una pureza del 6,9% con un peso neto total de 0,185 gramos.
Según la Fiscalía, Rafael vendía la droga a las personas que acudían a su domicilio y en otras «hacía llegar la sustancia al lugar donde el cliente indicaba para lo cual se valía de su hombre de confianza, el también acusado Manuel Ángel B.L.». También trasladaban la droga en coches de Uber.