La autora Rosario Raro rescata a la escritora y periodista estadounidense Martha Gellhorn en su nueva novela, ‘Prohibida en Normandía’ (Editorial Planeta), en la que recrea al detalle el desembarco de Normandía cuando se cumplen 80 años de este episodio histórico. «No hemos aprendido nada, con cada acto de estas características tenemos una involución», lamenta.
«Por muy tecnologizados que nos creamos o que estemos, con cada acto de estas características tenemos una involución como especie y es tan repetido en la historia de la humanidad que parece que está en nuestra esencia. Ahí están Gaza o Ucrania, o antes los Balcanes», asegura Raro desde la playa de Omaha, nombre clave de uno de los puntos del desembarco de las tropas aliadas aquel ya mítico 6 de junio de 1944.
Situada en la costa norte de Francia, en esta playa de ocho kilómetros de longitud –junto con las de Sword, Juno, Gold y Utah– tuvo lugar esta acción militar que supuso «la pérdida de miles de vidas humanas» por lo que Raro ironiza con que la operación fuera calificada de «éxito». «La playa de Omaha luego se llamó la sangrienta Omaha», rememora. Precisamente, en Colleville-sur-Mer, en la cima del acantilado que domina Omaha, se encuentra el cementerio estadounidense que honra a los fallecidos de la batalla en un océano de casi 9.400 cruces blancas.
El hilo conductor de la historia, que llega este 17 de abril a las librerias, es Martha Gellhorn, «la única mujer que hubo entre cientos y miles de soldados el Día D», en «una labor de rescate» que busca «devolverla a ese primer plano que le fue escamoteado, pues sus crónicas han estado escondidas y su nombre ha pasado desapercibido por la historia», denuncia la escritora castellonense.
A su juicio, «Martha también personifica lo que tiene que ser el periodismo de primera línea, una labor que le estaba prohibida por el hecho de ser mujer», a pesar de que escribía para el diario militar estadounidense ‘Stars and stripes’ y el magazine ‘Collier’s Weekly’. «No le acreditaron porque era mujer porque su profesionalidad estaba fuera de dudas», relata Raro, que recuerda que Gellhorn tenía experiencia en la cobertura de numerosos conflictos bélicos, entre ellos la Guerra Civil en España, junto a Hemingway.
En este punto, la autora enfatiza que Gellhorn luchó para «no ser una nota a pie de página de la vida de otra persona», en alusión a su matrimonio con el célebre escritor. Martha fue una de sus esposas y la única que lo abandonó (después de cuatro años de relación), algo que él nunca le perdonó. «No se le da la importancia que tuvo como corresponsal de guerra y como periodista de raza», insiste Raro, que también revela las desavenencias de la pareja «pues él llegó a decirle que lo que quería era una mujer en la cama y no una periodista en el frente».
«Era una autora de espíritu indómito y su credo era la libertad», subraya la escritora, que cede todo el protagonismo a Gellhorn en detrimento de su archiconocido marido. Martha también era infravalorada por sus compañeros de profesión, quienes la apodaron ‘El peligro rubio’ y difamaban sus proezas con hipotéticos favores sexuales, menosprecios que también sufrían otras colegas como Ruth Cowan Nash, Helen Kirpatrick o Lee Miller, que aparecen en la novela.
Además, Raro ensalza la facilidad de Gellhorn por recrear «la intrahistoria de las guerras» al dar a conocer vidas anónimas «que realmente sufren las consecuencias de estos grandes acontecimientos» y denunciar hechos que nadie se atrevió a plasmar, como las violaciones de los soldados aliados a mujeres francesas.
Sobre la cobertura del desembarco de Normandía, para estar en primera línea el Día D en la playa de Omaha, primeramente Gellhorn atravesó el Atlántico en un carguero noruego para alojarse en el hotel Dorchester de Londres, punto de encuentro de la prensa internacional, y luego cruzó el Canal de La Mancha escondida en un barco hospital, haciéndose pasar por un camillero.
«Dentro del fragor de la batalla y del fuego cruzado, sólo el otro camillero que llevaba la camilla con ella reparó en que era una mujer», revela la autora. En un primer momento, al conocerse su presencia en Omaha, la periodista fue condenada a un campo de trabajo pero fue suplantada por la enfermera estadounidense Lindsey Bennett y tras numerosos avatares –sin olvidar su paso por Canfranc (Huesca), otro clásico de la bibliografía de Raro–, pudo regresar a su país, donde se recuperó de las heridas de guerra.
Pese a todo lo vivido, «sus crónicas no se publicaron» ya que fue acusada de antipatriota «porque contó determinados sucesos relacionados con el desembarco en Normandía que no dejaban en demasiado buen lugar a las tropas». «Tenía mucho empeño en que su crónica fuera la primera que llegara a América, porque consideraba que era un deber moral que los ciudadanos supieran qué estaba pasando con sus hijos, hermanos, novios o maridos», indica Raro, que detalla que Gellhorn dictó su crónica por teléfono y, cuando volvió a Estados Unidos, lo primero que hizo fue ir a la redacción de ‘Collier’s’ y pedir los últimos números publicados.
«Y cuando vio que su noticia no estaba publicada, pisoteó los ejemplares porque se había jugado la vida y estaba viva de milagro, para que su relato del desembarco no llegara», puntualiza Raro, que explica que aunque la periodista amenazó con denunciar, la respuesta fue que la demanda no iba a progresar porque no estaba acreditada. «Para que se callara, publicaron meses después un texto mutilado, que además titularon con un ‘alguien que dijo que estuvo allí’ lo que no le otorgaba ninguna credibilidad, mientras que Hemingway había aparecido en portada, rodeado de soldados, sin que esté documentado que pisara las playas en algún momento», precisa Raro, que apostilla que todo aquel episodio fue algo que le «frustró muchísimo».
Después de toda una vida en la primera línea (con 81 años cubrió la invasión de EE.UU. de Panamá), Gellhorn «se suicidó con 90 años y en eso coincidió con su exmarido, que también se quitó la vida porque tenía una enfermedad incurable», ironiza Raro, que revela que la reportera pidió que tiraran sus cenizas al Támesis para «seguir viajando».
«ESTAMOS EN LA CULTURA DEL TITULAR»
Con esta novela, la escritora afirma que ha intentado hacer «una novela pacifista» que retrata «las consecuencias de la barbarie, donde personas con sueños y proyectos vinieron desde la otra parte del mundo a morir a estas playas», por lo que entremezcla historias inventadas con lugares reales como el Nido del Águila (el refugio de Hitler en los Alpes) y otros personajes verídicos.
En este punto, destaca el papel de los actores de Hollywood que participaron en la Segunda Guerra Mundial, desde Glenn Ford a David Diven, en la creación de un ‘ejército fantasma’ –en la conocida como ‘operación Fortitude’ que dirigió Douglas Fairbanks Jr.– para desviar la atención del ejército alemán hacia las costas de Calais, a 250 kilómetros de las costas de Normandía o el rodaje de una película sobre el desembarco de John Ford que «hicieron desaparecer porque las imágenes eran muy duras y querían que los jóvenes siguieran alistándose». «Yo he podido rescatar 20 minutos, es lo único que queda», cuenta Raro.
Por todo ello, Raro –que ha visitado todos los escenarios de su nueva novela pues defiende que la literatura debe de ser «una experiencia inmersiva»– considera que «hay determinados géneros, como el reportaje, que son un trabajo de investigación y necesitan más reposo». «Y en el momento actual son más necesarios que nunca, por la capacidad de análisis que tienen. Estamos en una cultura del titular, en la que falta argumentación, trasfondo y profundidad», concluye.