La periodista Ana Hernández acaba de publicar en Caligrama ‘La luna sobre los molinos’, una obra en cierto modo “premonitoria” que “ayuda a entender qué sucedía en Ucrania” antes de la actual guerra.
“Cuando yo escribí esta novela, desde luego que no había comenzado la invasión rusa, pero lamentablemente se intuía que podía suceder algo como lo que de hecho ha pasado”, declara Hernández a Servimedia.
Ucrania es, a juicio de esta reportera de España Directo, “un país traicionado Y engañado por todos”. “¿Quiénes lo están defendiendo ahora de las bombas y los tanques rusos?”, pregunta de forma retórica. “Los ucranianos y las ucranianas que han decidido quedarse, y nadie más”, se responde.
Es este un país que Ana conoce muy bien, que ha recorrido “de norte a sur y de este a oeste”. En su libro, la periodista da por ejemplo algunas claves sobre la guerra del gas”, que de hecho sucede como telón de fondo” a las peripecias que narra.
“Ucrania está atravesada de gaseoductos”, apunta, por lo que muchos grandes estados (Rusia, EEUU, Alemania, etc.) “tienen intereses muy importantes allí”.
De alguna forma, la novela “refleja estas luchas” y otros fenómenos característicos de la Ucrania actual como el fuerte nacionalismo, que encarna uno de sus personajes principales. Sin embargo, “esta no es ni una novela política ni muchísimo menos un ensayo de relaciones internacionales”, aclara Hernández.
‘La Luna sobre los Molinos’ narra una serie de crímenes y aborda una gran variedad de temas mediante tramas que se entrecruzan, movidas todas por la venganza y la traición. Es puro género negro, estilo que, a juicio de la autora, resulta “un vehículo muy adecuado para hacer denuncia social”.
CONTAR HISTORIAS
Los abusos sexuales, la violencia, el trato hacia la mujer son temas presentes en esta obra. De alguna manera, Ana nunca olvida el periodismo social, al que ha dedicado más de veinte años de profesión.
“Son las mismas historias que trato en televisión y que antes abordaba en la radio”, señala, pero por atractivo, “el negro resulta muy apropiado para poner encima de la mesa temas que avergüenzan a la sociedad, como la corrupción política, el abuso de poder, El trato en las cárceles o la violencia sexual”.”.
“En los medios se hace de otra forma”, reflexiona Ana, tras confesar que nunca pensó en hacer literatura. “Desde los tres años quería ser periodista”, recuerda esta niña de Cartagena que llegó a Barcelona a los 18 para cumplir su sueño.
“De camino a clase, corría con un boli detrás de la gente haciéndoles preguntas y tomaba notas de lo que me contaban”, afirma, al tiempo que indica que “contar historias: eso es lo que he hecho toda la vida”, primero en radio, 17 años, y luego en televisión.
“Hasta que un día, Mykola Solonenko vino a mi, y tuve que escribir la suya”. Así fue como en 2019 surgió ‘la mecedora’ (ediciones Versátil) “y arrancó la aventura”, que de alguna manera prosigue en ‘La luna sobre los molinos’.
Entre las dos novelas “existe cierta continuidad, explica Hernández, aunque se pueden leer de forma perfectamente independiente”. “Algunos personajes repiten, pero muchos otros no”, y desmiente que se trate de una saga.
EL MUNDO, TAMBIÉN CON DISCAPACIDAD
Eso sí, hay ciertos elementos comunes que tienen que ver con el afán de la escritora por captar la vida tal cual es. “Yo intento reflejar la realidad en mis obras”, así que en ‘la Mecedora’ y también en ‘La luna sobre los molinos’ aparecen personas con discapacidad, porque así es el mundo.
“Para mí, que también tengo una discapacidad visual y que llevo tantos años dedicada a este sector (trabajó en ‘Un mundo sin barreras’ y en ‘Cataluña sin barreras’ durante casi veinte años) es algo natural”, explica. “Conozco por ejemplo tantos jardineros con discapacidad intelectual, que me pareció lógico que uno de mis jardineros en ‘la Mecedora’ tuviese esta condición”. Y lo mismo con otras.
Según la escritora, en sus obras “aparecen siempre personas con discapacidad y “son personajes estructurales”. Es decir, resultan determinantes para el desarrollo de la obra por las acciones que desempeñan y por el papel que juegan; no por su discapacidad”.
A su juicio, las personas con discapacidad y también las que tienen problemas de salud mental no han sido tratadas de forma adecuada ni en la literatura, ni en los medios.
“Se está mejorando”, opina, pero el relato predominante sigue oscilando “entre las grandes hazañas y las terribles miserias”. Queda fuera “la vida cotidiana de la inmensa mayoría de la gente”, de aquellos que no van a los Juegos Paralímpicos pero que tampoco son víctimas de un desahucio.
Según Ana, “a las personas que no tienen ningún contacto con este mundo les cuesta mucho entender que la gente con discapacidad podemos hacer una vida completamente normal”. “No sé si es por desconocimiento, por falta de información o por poco contacto”. No está segura, pero sí cree que desde la narrativa se puede contribuir a esta normalización.
DE VIAJE
Esto al menos ha pretendido la autora en sus dos obras, un proyecto literario que comenzó mucho antes de ponerse a escribir y para el que recorrió Suecia de norte a sur y de este oeste, lo mismo que Ucrania y otros países exsoviéticos.
Todos ellos tienen una importancia vital en la novela. En distintas ciudades de Suecia viven por ejemplo los inspectores elena rius y Nils Åkerman, que deben investigar una serie de crímenes, y en una de sus cárceles se halla Mykola Solonenko, natural de Ucrania.
Pero la obra viaja también a Barcelona y a otros estados de Europa Oriental, donde “por cierto, rusia hace años que se anexionó territorios”. Tal fue el caso de Osetia del Sur y Abjasia, pertenecientes antes a Georgia, “un claro antecedente del que parece que no nos acordamos”.
Sí lo hace Ana en esta novela, y el paralelismo resulta obvio. Con todo, el final de la historia nunca se termina de escribir, ni la de Europa ni la de Solonenko. Por eso, Ana no cierra la puerta a nuevas novelas. “Dependerá de que algún personaje me lo vuelva a pedir”, concluye.