Un informe propone penalizar las respuestas en blanco del MIR porque las mujeres se arriesgan menos al contestar

Redacción

Un informe del Centro de Políticas Económicas EsadeEcPol ha propuesto penalizar las respuestas en blanco o incorrectas en el examen de médico interno residente (MIR) porque las mujeres tienen menos tendencia que los hombres a contestar estas preguntas cuando no tienen clara la solución.

El documento, titulado ‘La brecha de género en los exámenes de acceso: el caso del MIR, y qué podemos hacer para reducirla’, propone tres medidas para atajar la brecha de género en el examen: reconsiderar el sistema de puntuación, reducir el peso de estas pruebas sobre la nota de acceso final e incrementar la coordinación entre el número de graduados en la carrera y las plazas disponibles.

El informe ha utilizado tres estudios recientes que examinaron información individual de las pruebas del MIR durante los últimos años. Estos estudios muestran que, aunque en la parte baja de la distribución de resultados del MIR las mujeres superan a los hombres con la misma nota de expediente, en la parte alta del ránking las mujeres obtienen peores resultados.

De hecho, el documento apunta que en la convocatoria de 2022 las mujeres con las notas más altas obtuvieron hasta 3 puntos menos que los hombres con igual expediente. Esta diferencia equivale a entre 500 y 600 puntos en el ránking final, lo que significa que las mujeres obtuvieron especialidades menos demandadas que los hombres: esa diferencia equivale a la que hay entre Cardiología (la 3º especialidad en agotarse) y Oftamología (la 6º).

Según el estudio, parte de esta brecha podría ser atribuible a una mayor propensión de las mujeres a dejar preguntas en blanco: «Aunque en teoría el sistema de puntuación está pensado para que el candidato sea indiferente entre dejar una pregunta en blanco o responderla al azar, cuando se puede descartar al menos una de las opciones disponibles en el test esta equivalencia se rompe, recompensando implícitamente a quien arriesga pudiendo descartar al menos alguna de las alternativas. Esto es más frecuente entre los hombres».

Ante esta razón sociológica, los autores aconsejan adoptar una solución que «permite seguir midiendo las diferencias entre los candidatos de más nota y que podría extrapolarse a otros exámenes»: un sistema de pérdida de puntos donde preguntas en blanco o incorrectas penalizan, y los candidatos empiezan con la máxima puntuación posible.

Por otra parte, el informe también denuncia que cuanto mayor es la competitividad en la prueba (es decir, el número de candidatos en comparación con el número de plazas), peor es el desempeño de las mujeres en comparación con los hombres. «Esto es especialmente cierto entre los candidatos con mejores resultados», añaden.

Igualmente, indican que estos dos fenómenos se reproducen al analizar el caso de los repetidores (22% del total de candidatos), donde se observa que las mujeres «son más propensas a dejar respuestas en blanco, lo que hace que incrementen menos su nota en comparación con los hombres repetidores».

Ante estas otras situaciones, el informe también propone varias medidas. En primer lugar, reducir el peso de este tipo de exámenes en la nota final de selección para «incrementar la igualdad entre hombres y mujeres».

Sin embargo, el informe también reconoce que «un potencial problema de esta medida es que podría inducir selectivamente a algunas universidades a inflar el expediente académico de sus alumnos, derivando así en otro tipo de desigualdad».

La última propuesta es mejorar la correlación entre el número de graduados (en Medicina, o en otras carreras) y el número de plazas creadas en el Sistema Nacional de Salud (SNS).

«Esta propuesta requiere de una planificación centralizada, adaptada a las necesidades cambiantes del sistema, tal y como se hace en otros países con sistemas similares, véase Francia. Con esta medida, previsiblemente, se mejoraría el ajuste en el cociente entre el número de plazas ofertadas y el número de candidatos, lo que, a su vez, reduciría el grado de competitividad de la prueba», concluyen los autores.

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