El libro ‘Héroes de la retirada’ indaga en la disolución de ETA político-militar y el papel que jugaron, en contra del abandono de la violencia, el actual coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi, y otros terroristas como Francisco Javier López Peña, alias ‘Thierry’, quien terminó asumiendo la jefatura militar de la banda hasta su detención en 2008.
Formaban parte de lo que se conoció como ‘milikis’, una veintena de irreductibles que accedieron a ETA-militar pidiendo perdón por su pasado al margen de la ‘facción dura’, para lo que cometieron siete atentados. Ocurrió en plena Transición, cuando se abría paso la negociación para la disolución de ETApm: el exministro del Interior de la UCD Juan José Rosón y los fundadores de Euskadiko Ezkerra Mario Onaindia y Juan Mari Brandés.
Otegi fue uno de los que firmó una declaración renegando de su pasado como ‘miliki’ para dejar constancia de que rechazaba la oferta de reinserción social pactada con el Gobierno de la época. «En los llamados ‘milikis’ están Arnaldo Otegi y Thierry, que acaban entrando en ETA-militar, pero antes les exigen dos cosas: hacer atentados, y cometen siete incluyendo la casa cuartel de Laredo con varios niños heridos, y luego pedir perdón».
PROTAGONISTAS DEL NACIONALISMO VASCO RADICAL
La explicación la ofrece Gaizka Fernández Soldevilla, investigador del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, que ha coordinado el libro ‘Héroes de la retirada. La disolución de ETA político-militar’ (editorial Tecnos) junto con Sara Hidalgo García de Orellán, donde se destaca el «notable protagonismo dentro del nacionalismo vasco radical» que luego tuvieron, cada uno desde su plano, tanto Arnaldo Otegi como Thierry.
El libro cita las luchas internas para hacerse con los zulos y armas de aquellos que abandonaron la violencia. «La falta de fondos hizo que ETApm VIII Asamblea, comandada por Josu Abrisketa (Txutxo) y Arnaldo Otegi, recurriese al secuestro de alrededor de media docena de empresarios, que le reportaron 302 millones de pesetas», explican, citando entre otros a Miren Elósegui, la única mujer secuestrada por ETA en toda su historia.
Tras un rescate de la Guardia Civil, en 1983 el grupo liderado por Otegi –que no fue detenido hasta 1987, en Francia– toma otra decisión en la escala terrorista: «reclamar las multas revolucionarias de una forma muy selectiva», lo que justificaron en que era muy importante «recuperar una parte de la plusvalía que la burguesía arrebata a la clase trabajadora».
EL OLVIDO DE LAS VÍCTIMAS
Fernández Soldevilla recuerda que el terrorismo mató a 498 personas entre 1976 y 1982, más de la mitad de todos los asesinatos cometidos en la sangrienta historia de ETA. «La sociedad española en su conjunto se benefició del fin de ETApm», sostiene, aunque añadiendo a continuación que el proceso arrojó sombras para las víctimas mortales por la impunidad de una «amnistía encubierta».
Entre 250 y 300 ‘polimilis’ fueron excarcelados o regresaron del exilio acogidos a dicho proceso, y con la llegada del PSOE al Gobierno en 1982 se aprobaron 44 indultos. Sara Hidalgo García de Orellán, coordinadora del libro, recuerda estos casos y propone «la justicia restaurativa como una posibilidad real».
En el libro se rememora que la Euskadiko Ezkerra de Onaindia quedó electoralmente relegada por Herri Batasuna, si bien la tesis de este historiador es que «si la Transición llegó a buen puerto fue gracias a la desaceleración de la violencia terrorista».
«El regreso a casa de los expolimilis no solo hizo que un número de terroristas experimentados abandonaran las armas, sino que desmoralizó a sus excompañeros, muchos de los cuales se acabaron sumando a la retirada, y permitió que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se centrasen en quienes seguían matando», apunta Fernández Soldevilla.