Una familia termina, 22 años después, su viaje por el mundo en un coche de 1928

Redacción

Acompañados por una docena de bicicletas, coches antiguos y viajeros, la familia argentina Zapp puso fin este domingo en el Obelisco de Buenos Aires a un recorrido de 22 años en un coche de 1928 por cinco continentes y cuya historia se ha vuelto viral.

«Nunca hubiéramos imaginado cuando salimos de acá volver 22 años después, jamás, con hijos, con todo lo vivido, la verdad que necesito otro corazón», dijo Candelaria Zapp, de 51 años, a su arribo a este emblemático monumento de la capital argentina, donde los esperaban unas 300 personas.

La familia partió en la mañana de Gualeguaychú (este), en la frontera con Uruguay, su última parada antes de poner fin a su sueño de recorrer el mundo.

El matrimonio, que lanzó su periplo el 25 de enero de 2000 en el mismo Obelisco, regresa ahora con cuatro hijos adolescentes nacidos en distintos puntos del planeta: Pampa (19, EEUU), Tehue (16, Argentina), Paloma (14, Canadá) y Wallaby (12, Australia).

Después se sumaron Timon, el perro, y Hakuna, la gata, adoptados en Brasil, donde quedaron varados en 2020 por la pandemia de COVID.

Herman Zapp, de 53 años, dijo que demoraron en llegar a su parada final pues se olvidó de cargar combustible al Graham-Paige de 1928 cuando salió de Gualeguaychú.» Tardé un poquito más porque me quede sin gasolina, me olvide de chequear la gasolina, pero enseguida apareció gente y me ayudaron a cargar nafta y acá estamos», explicó.

El coche con el que recorrieron unos 362 mil kilómetros a lo largo de 102 países fue modificado para hacerle espacio a los hijos: se cortó por la mitad y le agregaron 40 centímetros y un asiento.

Herman dijo el viernes en Gualeguaychú que el Graham-Paige no tiene los mejores asientos, ni la mejor amortiguación, ni aire acondicionado, pero «es un auto que te obliga a estar alerta. No parece cómodo, pero fue maravilloso, fue un ‘abre-puertas’, sirvió para las ciudades, para el barro, para la arena», relató entusiasmado.

Decidieron lanzarse a la aventura cuando llevaban seis años de casados y tenían «buenos trabajos». Habían terminado de construir su casa en las afueras de Buenos Aires, la que ahora será el hogar familiar.

Para financiarse, Candelaria empezó a pintar cuadros sencillos con pájaros; Herman aprendió a encuadrar y, con el producto de las ventas siguieron avanzando, lentos pero seguros.

Actualmente, su principal fuente de ingresos es el libro «Atrapar un sueño», que relata sus experiencias y del que hasta ahora llevan 100.000 ejemplares vendidos, aseguran.

Ahora que la aventura llegó a su fin, Herman dice que tiene «sentimientos muy encontrados».

«Estamos terminando un sueño o más bien cumpliendo un sueño. Lo lindo es vivirlo», dijo.

«¿Qué vendrá después? Miles de cambios, miles de opciones».

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