Este 25 de noviembre se cumple medio siglo desde la muerte del escritor Yukio Mishima, autor japonés eternamente candidato al Premio Nobel de Literatura y considerado por muchos ‘El último samurai’, debido a su alto sentido del honor y a su ascendencia.
Así lo considera también Isidro-Juan Palacios, autor de ‘Yukio Mishima’ (La esfera de los libros), quien recuerda en su obra cómo la vida del autor de ‘Sed de amor’ quedó marcada precisamente por ese carácter forjado en la tradición samurai. Mishima pertenecía por parte de abuela a una antigua familia de samuráis de alto rango.
Ese clan estableció el ultimo ‘shogunato’ de Japón, que duró 250 años y que fue el responsable de cerrar el país nipón al contacto exterior desde el siglo XVII. «Él siempre alardeó de esto y se mostraba orgulloso de pertenecer a esa rama del mundo cultural japonés: fue un hombre de acción que siempre se consideró samurai», ha recordado Palacios en una entrevista con Europa Press.
No obstante, ese mismo ‘orgullo’ derivó en una obsesión que acabó desembocando en el terrible final –‘harakiri’ incluido– del escritor japonés. «Fue un momento dramático de su vida, movilizado por el ejército para ir al frente de la II Guerra Mundial, sabiendo lo que eso implicaba: una invitación a ir a morir».
Cuando Mishima fue examinado para ser llevado a filas, una confusión del medico –probablemente un tanto inexperto– hizo que se confundiera un catarro fuerte con fiebre con una tuberculosis –capítulo que le propio Mishima rememoró en ‘Confesiones de una máscara’–. «para alguien tan seducido por la idea de la muerte y con un sentido del honor muy especial, esto fue una marca de por vida», ha señalado el autor.
Ese acto de cobardía para los samuráis es una muestra de tambaleamiento de honor y el propio Mishima lo confesó en alguna ocasión: ‘No puedo seguir viviendo de esta manera aguantando el deshonor a mi familia’. «Por eso decidió quitarse la vida, varios años después, cuando consideró que tenía la fuerza para hacerlo», ha afirmado Palacios.
A Mishima se le puede considerar el autor japonés del siglo pasado con el «más profundo conocimiento» de la literatura occidental. «Siempre que recurría a los autores occidentales, no se quedaba en la mera cita, se veía las lecturas que hacía en profundidad. Y consideraba que si quería ser alguien en literatura, no bastaba que le reconocieran solo desde la cultura japonesa», ha aseverado.
«Es el primero que traspasó sus fronteras y hace todo lo posible para llamar la atención de occidente sobre su obra», ha añadido Palacios, quien además apunta a la pasión de Mishima por la cultura antigua de los griegos. «Es ésta la que le saca de todas sus dudas y resuelve las contradicciones que poseía, que él las reconocía como defectos».
Dos años antes de la muerte del escritor japonés, Mishima vivió otro contratiempo que, sin embargo, no tuvo un mal final. El Premio Nobel de Literatura, al que había aspirado sin ocultarlo, fue a parar a su mentor Yasunari Kabawata en 1968, lo que suponía que durante un tiempo el galardón no recayese de nuevo en un autor nipón.
UN GENIO CADA 300 AÑOS
«Mishima, después de la guerra, se encuentra –como otros escritores japoneses que no pertenecían a la izquierda cultural– perdido y desplazado. Fue Kabawata quien le recupera y le acepta como discípulo, por lo que la decepción de no recibir el premio no fue tal: él fue el primero en felicitarlo», ha indicado Palacios.
«Además, cuando la Academia le da el Nobel a Kabawata, éste dijo públicamente: ‘No sé cómo me han dado a mí el Premio Nobel, teniendo a un genio como Mishima, que solo lo produce la humanidad cada 300 años’. No se puede ser más claro», ha concluido.